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viernes, noviembre 28, 2003

Democracia

No hay mejor prueba para un demócrata que ser minoría. Es muy fácil defender la democracia cuando ésta nos favorece, pero no cuando la mayoría decide algo distinto a lo que nosotros apoyamos.

Ante la crisis política que atraviesa Venezuela, se ha accionado un proceso de petición de referendos revocatorios, contemplados por la Constitución.

La semana pasada eran los oficialistas recogiendo firmas para revocar el mandato de diputados opositores. Esta semana, la oposición recoge firmas para pedir que revoquen a diputados del partido de gobierno, así como también al Presidente de la República. Aplaudo ambas iniciativas. Vivir en democracia ofrece esa maravillosa ventaja de ser iguales políticamente.

Sólo me pregunto, ¿qué pasará cuando se conozcan los resultados? Ambas partes creen tener la razón y, de no creerlo, al menos lo pregonan. ¿Qué sucederá entonces, cuando alguno de los dos deba reconocer una derrota? ¿Seguiremos enarbolando la bandera de la democracia?

Como siempre, me adelanto a los acontecimientos haciendo las suposiciones más positivas que puedo hacer, asumiendo como asumo que nadie hará trampa y que el proceso será transparente, pero aún soñando eso, al final siempre veo la misma interrogante: ¿qué pasará cuando alguno deba reconocerse minoría?



miércoles, noviembre 26, 2003

El Tolón

Hace un mes, cuando diseñábamos uno de los espacios del nuevo Centro Comercial El Tolón, mi esposo y yo pensábamos en esa mala maña venezolana de asumir que estamos en Noruega.

Aunque todavía no se inaugura (y no lo hará hasta finales de enero 2004), el piso 5 es uno de los proyectos más ambiciosos de ese mall: no hay paredes, las tiendas están delimitadas por el cambio de color del piso (mármol, para más señas), cuenta con una gran tarima para presentar espectáculos en vivo con cierta frecuencia y, además, es la única forma de llegar al nivel de los cines.

Los dos restaurantes con los que cuenta son de asiáticos y caros, tiene librería y tienda de discos y hasta una galería de arte/tienda de regalos.

La única imposición de la administración fue que todas las tiendas debían diseñar su estantería de manera tal que, aun cerrada la tienda, se pueda ver la mercancía y las otras tiendas, esto es, los estantes deben ser de metro y medio de altura, y deben funcionar como vitrinas... así que vean cómo cierran su taguara.

En papel, todo les sonaba lindo, pero cuando se vieron ante la realidad de puertas abiertas, andan corriendo para repensarse el asunto de la seguridad. En papel también sonaba lindo el asunto de la vialidad, pero ahora no hallan cómo justificar ante las autoridades las grandes colas que ha generado su invento. En planos los locales tenían cierta forma y tamaño... pero después tuvieron que reemplazarlos pues se dieron cuenta que las cosas no salieron como se esperaban.

Pues sí, no debería causar asombro, pero no estamos en Noruega. Aquí las cosas no funcionan como un relojito, aquí hay realidades que no caben en papel. Eso lo sabe todo el mundo. ¿Tenían que esperar a la inauguración para darse cuenta?


Sólo he tomado algunas clases de yoga en mi vida y debo confesar que me gusta mucho. A pesar de lo torpe que suelo ser, increíblemente soy bastante flexible, y me encanta poder alcanzar posiciones que se ven difíciles en los libros, pero que en clase salen bien.

En estos días he visto un sitio, camino a mi casa, que ofrece clases de yoga. Lo pienso a cada rato y, optimista como me pongo a veces, pienso que un día de estos voy y me inscribo.

Hasta me he sorprendido revisando mi ropa, para encontrar algún atuendo adecuado: sí, esto es flojito, perfecto. Pero no, no es tan fácil.

Hoy, cuando paseaba al perro, me di cuenta de que no puedo hacerlo. Y es que el paseo fue de apenas unas 4 cuadras, nada forzado, y aquí llegamos los dos con la lengua afuera. Claro, también hay que considerar que el sol y el calor no ayudan, pero igual estamos hechos un trapo.

La cosa es que, a pesar de mi buena disposición, el sitio del yoga queda como a 10 cuadras de mi casa, y si pretendo irme caminando, llegaría tan cansada que no podría tomar una clase ni siquiera de crochet. Y eso sin contar que tendría que devolverme de nuevo, las mismas 10 cuadras, pero después de la clase.

¿Seré tan floja el resto de mi vida, o en algún momento me convertiré en una persona normal?


A pesar de mi terquedad, y del deseo coqueto de tener un nuevo template antes de mudarme para el .com (con su flamante MT), al paso que voy no lo haré nunca. No terngo tiempo para arreglos, ni siquiera para pasear al perro, así que mejor me voy olvidando de cambiar las cosas antes de hacer la mudanza y, como bien lo había predicho Sebastian, me mudo y después redecoro.

Así pues, muchach@s, la decisión está tomada: a partir del primero de dicicembre me encontrarán en www.superdharma.com

Esto, como verán es un acto de amor: así no se quejarán más de los comentarios caídos (bueno, por experiencia propia les digo que los de MT también fallan... pero por lo menos no tanto como enetation), dejaremos el drama con el cual me piden que me deshaga de blogger y, además, tendré forma de llevar control en cosas que hasta ahora no podía. Todo un suceso.

Hasta entonces, seguiré aquí, tranquila y contenta, posteando cuando se pueda (o sea, cuando el trabajo me deje).


martes, noviembre 25, 2003

Mi versión de los hechos

La cantidad de trabajo no es tan grande como el desorden de prioridades. Todo es para ayer, nada puede esperar, hay reuniones sorpresa y no me da tiempo de hacer las cosas.

Me gusta mi trabajo, y mucho. Confío en que la empresa siga creciendo y que su crecimiento me brinde tantas oportunidades de aprendizaje como hasta ahora. Pero no niego que, en estos momentos, me siento abrumada.

No soy una mala empleada. Tiendo a ser cumplida y organizada, y casi no me quejo, la verdad sea dicha. Incluso cuando debo trabajar en horarios extraños o fines de semana. Pero justo esta semana, fue un crimen.

Por una parte, era la última clase de mi curso de humor. Después venía la esperada reunión de webloggers venezolanos, y como guinda de torta, una despedida de soltera.

Apenas salí del curso, recibí la orden expresa de reescribir un artículo. Reescribir es un término inadecuado en casos como este, pues no se trataba de arreglar algún párrafo o hacer ajustes… se trataba de cambiar el tema, empezar de cero, desechar el artículo anterior, investigar de nuevo para hallar un tema interesante en el desconocido mundo de las finanzas… Perdí gran parte del día en esa desagradable tarea. ¿Por qué debo trabajar un día tan especial?

Confieso que, en otras circunstancias, era lógico esperar que YO faltara a una reunión de este tipo: no m gustan los grupos grandes, me asustan los desconocidos y, para rematar, hay algunos preconceptos que se adaptan muy bien a los grupos de Internet. Pero este no fue el caso: tenía ganas de conocerlos a todos, nuevos y viejos, y verles las caras, escucharles las voces, y no sentía (ni siento) que ESTE sea un grupo de freaks.

Y es que no sentía que me citaba con extraño sino con amigos, así que no tenía miedo de estar conociendo a potenciales violadores o a gente con la cual no tengo nada en común. Para empezar comparto con ustedes el gusto por la escritura. Y de ahí que los conozco y los presiento por sus temas, por sus letras, por sus fotos, por sus posturas, por sus chistes…

¿Mi versión sobre el meet up? Me impresionó la belleza de Gaby, la intensa mirada de Metalhen, la encantadora sonrisa de Gema, el desparpajo de Lía Chan, los alegres ademanes de Carolina y Colibrí (y sí, ahora me siento un moco).

Nunca imaginé a Infelix así, con esa cara de amigo mío de toda la vida, pero siento que me deben la foto del tatuaje (¿cómo se les pasó eso?). A José Luis nunca lo había leído, a Gabriel no lo vi en muchas fotos, a El Especialista lo acusan de huir temprano pero su fotogenia hace que lo perdone, a Huguito lo vi tan sonreído y cómodo que casi lloro, a Saturno lo veo conversador y jodedor, Chamoscript sale en todas las fotos con una actitud cautelosa y una sonrisa divina, y a Taufpate, el de la mirada profunda y la sonrisa ácida, ya le estoy debiendo dos encuentros.

Qué pena con tanta gente.

No pretendo justificarme, pero no miento al decir que estoy abollada de trabajo. Y tampoco miento al decir que hubiese preferido estar con ustedes que en la despedida de soltera (aunque la pasé muy bien). Lo único que queda por decir es: ¿cuándo es el próximo? Aprovechen, porque he jurado matarme para adelantar todo el trabajo posible y poder verlos este diciembre.

Ah, por cierto, vayan pensando en lo del amigo secreto que proponía Colibrí.



Cositas laborales

Una de mis labores diarias es publicar noticias. Normalmente recibo unas 15 al día, y mi misión es (aunque no quisiera aceptarla, para eso me pagan) reutilizarlas, darles formato o tomarlas como base de una investigación para nuevos artículos. Hoy me ha llamado poderosamente la atención el hecho de que cada redactor/periodista/pasante usa el formato que le da la regalada gana.

- Letra: la que les guste. Times, Arial y Comic son las favoritas, pero siempre hay un espontáneo que sale a usar la Gothic, Futura o Lucida no sé cuántos...

- Tamaños de letra: suelen ser bastantes normales, entre un 10 y un 12, pero hay casos en los que se nota que desean llenar cuartillas a punta de tamaño, como aquel cómico artículo de 3 párrafos en tamaño de letra 16.

- Subrayado/negritas: las combinaciones siempre cambian. Hay de los que usan las dos al mismo tiempo, o sólo una, o las intercalan. Qué sé yo. Cabe destacar que es re-chocante que te manden todo el artículo en negritas, pero hay quien lo hace.

- Créditos: la mayoría de los redactores pone su nombre en un lugar discreto, y hasta hay el que no pone su nombre sino el de la dependencia que representa. Pero existen dos o tres egomaníacos que, no contentos con poner su nombre, lo acompañan de su título (sí, Lic. es algo que les acaricia el ego), número del Colegio de Periodistas (el más inútil de los datos que pueden enviarme), sus dos nombres con sus dos apellidos + el de casada (cuando lo hay) y hora del día en el que terminaron esa obra maestra del periodismo.

- Titulación: recuerdo los rígidos ejercicios de titulación de la universidad que nos obligaban a poner títulos de 5 palabras. Está bien, uno sabe que a veces es necesario hacerlos más grandes, pero ¿16 palabras en un título? ¿No es como mucho? Además, dan tanta info que terminan siendo como esos trailers que dicen más que la película entera.

- La foto: la mayoría es buena, pero hay casos de risa. El primero, cuando la foto tiene una resolución similar al de una imagen recibida por fax en papel térmico y luego fotocopiada 52 veces (impublicable). El otro caso de carcajada es cuando, por querer adular a una autoridad de cuya foto no disponen, sacan una de archivo y la mandan sin revisar qué tan actualizada está: los encontramos cuando eran estudiantes, o bebés, o cuando tenían barba de los '70 y pantalones acampanados, etc.



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