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viernes, agosto 08, 2003

Naturaleza sangre

Hoy ha sido un día de sorpresas calmadas, de esas que llegan calladas y sigilosas, y te tapan los ojos mientras te susurran al oído, ¿sabes quién es?

Mis variopintos gustos musicales siempre ha reservado un espcaio para Fito Páez, y no me aguanto que me tachen de "=%$#) por esta simplísima razón. Me gusta y punto. Me acelera, me hace feliz y me pone triste al mismo tiempo.

Hice un paréntesis con Rey Sol porque me aburrió, y hasta hoy no supe que había un disco que pudiera borrarme ese recuerdo. Hasta que llegó mi esposo y me lo trajo, alegre y convencido de que le gusta. Me gusta que le gusten las cosas que me agradan. Y esta ha sido una sorpresa sin nombre. ¿Fito Páez? Él es del tipo Charly, nunca Fito. Ahora sólo falta que le disgusten un poquito menos mis discos de Serú Girán y la Máquina de hacer pájaros, que lo haga sonreir Bryce Echenique y que crea que el mousse de parchita es el mejor postre que se ha inventado.


Happy happy joy joy

Sería un estereotipo empezar diciendo “odio los estereotipos”, pero es verdad. Me cansan, me aburren, me parecen insensatos y, sobre todo, me parecen un arma de flojera: si no quieres pensar, usa un estereotipo. Claramente, cuando poco conocemos a una persona, nos basta con tomar dos o tres de las características observadas y zamparle un estereotipo: si es rubia es tonta, si es moreno baila salsa, si es gordo es el alma de la fiesta, si tiene lentes y habla de literatura es frígida, y así.

Uno de los que más me saca de quicio es el estereotipo de la alegría. Sólo porque uno no sea una sonriente persona que le encuentre chiste a todo, no se es infeliz. De hecho, existimos muchas personas en el mundo que nos reímos “pa’dentro”, que no andamos carcajeando o haciendo la danza de la alegría desproporcionada, y que, sin lugar a dudas, somos igualmente felices.

A mí no me gusta abrazar, toquetear, besar a la gente, en líneas generales, y eso me ha ganado la adjudicación de millones de estereotipos. Desde “esa es una antipática” hasta “se cree más que los demás” ó (y este es mi preferido) “es una reprimida, seguro que en su casa nunca la besaron ni le dijeron que la querían”.

Y es que el problema del estereotipo es que pierde el detalle fino de las cosas, las particularidades que nos hacen especiales. Olvidan todo aquello que nos hace seres complejos y nos reducen, con dos o tres frases, a una opción más fácil de manejar, una personalidad de bolsillo.

Pues no, soy profundamente cariñosa pero no toco a la gente. En mi casa no sólo me querían sino que me quieren siempre, y me lo demostraron de millones de formas. De igual manera, soy latina y no bailo, y me encanta la literatura pero puedo ser la más frívola cuando quiero. Y sí, soy una señora casada pero no uso el apellido de mi esposo, ni dejé de salir a fiestas por eso, ni hablo de vajillas búlgaras en las reuniones. Ajá, y amo a mi marido pero en este momento (y fuck con el bendito reloj biológico) no quiero tener bebés.

Mi humor taciturno no es para las masas, lo sé, pero nunca me ha gustado la risa fácil. Soy agridulce y malencarada, lo que hace más divertido contar un chiste. Puedo dar los mejores consejos del mundo a mis amigos, pero no por eso soy la tipa segurísima de sí misma que jamás necesita ayuda. O sea, ¿dónde está el estereotipo que me abarca?

Se supone que la persona feliz es aquella que está buena. Tiene trabajo y salud, tiene casa y comida caliente en el plato, pareja, cero problemas (obvio, porque es feliz), y hasta perro que le ladre. Es salidora, le gusta bailar, hablar con gente, abrazar tocar y besar a desconocidos, viajar, ir a la playa, comer chocolate. ¡Ja! Tengo en mente a un par de personas que son exactamente eso y ¿saben qué? No son felices. Mientras que conozco a gente amarga y ruin, oscura y casi gótica, cuyo estado anímico es envidiable. ¿Dónde está la infabilidad del estereotipo?



jueves, agosto 07, 2003

Autoplacer

Hace poco escuchaba a alguien decir que la mayoría de las decisiones que se toman en la vida, son para complacer a otros, para que nos acepten y nos quieran, lo que nos da placer. Desde pintarse el pelo de verde hasta vestirse de determinada manera, según esta persona, era un placer exhibicionista.

No dudo que existan placeres de este tipo, y mucho menos que haya gente que disfrute de esta manera, pero defiendo –a capa y espada- el valor del autoplacer.

Cuando me corto el cabello de una manera específica, o lo tiño de cierto color, o aun cuando me visto de manera particular, lo hago para mí, en la mayoría de los casos. Afeitarme las piernas, por ejemplo, es un placer casi egoísta en mi caso, pues mi vestimenta preferida es el pantalón y no la falda, de manera que nadie se entera si mis piernas son lampiñas o no. Sólo yo. Sólo yo disfruto rozando mis piernas con mis pantalones, adivinando su suavidad, sintiéndome sexy y bonita, aunque nadie lo sospeche.

Igual ocurre con la escritura: auqnue todo texto que se escribe está destinado a ser leído (factor básico en teoría literaria), no dejo de escribir, en muchos casos, para mí. Soy mi primera lectora, y no soy fácil: soy crítica y amarga cuando quiero, y dulce y comprensiva cuando toca, cuando el texto lo permite. Y eso me encanta. Es un placer secreto saberse capaz de crear de la nada, saberse diestro en el arte de organizar símbolos y signos y darles significado y vida. Y no dudo que si fuera programadora, diseñadora o pintora , me ocurriera lo mismo.

A veces, sí, uno obtiene una recompensa de retruque, cuando hace algo por satisfacerse a sí mismo y termina agradando a los demás, pero no siempre se persigue la aprobación. Los seres humanos tenemos un espacio íntimo que nos pertenece y no revitaliza, a pesar del resto del mundo.

Hay días en los que escojo lo mejor de mi guardarropa y me lo pongo, paso horas maquillándome y peinándome, y una vez lista me miro al espejo y soy feliz. No salgo vestida así, sólo me paseo por la casa sintiéndome bien, aunque nadie me vea. Es como cuando uno redecora la casa o la limpia a fondo, aunque no invite a nadie.

¿Entonces? ¿Debo creer que todo lo que hago es para servir o agradar a otros? ¿O puedo seguir permitiéndome este maravilloso acto de auto-hedonismo? Yo escogí la segunda hace tiempo y, secretamente, tengo espacios íntimos que me hacen profundamente feliz.



Carta a Tom

"Todo pueblo tiene el gobierno que se merece"
Thomas Jefferson



Lo cierto, señor Jefferson, es que han tomado sus palabras para callar toda crítica política en el mundo. Lo cierto es que usted hablaba de pueblos enteros, no de gente en particular. O más bien sí: de esa gente que pertenece a la mayoría, sea buena o mala, porque esa es a la que escuchan, esa es la que escoge presidente en democracia, esa es la que hace bulto.

Disculpe que me dirija a usted con este desparpajo, pero ya que estamos en esto, déjeme llamarlo Tom, porque lo que escribo es una reflexión personal, y me sentiría incómoda compartiéndola con usted si media la distancia.

Le hablaba de las mayorías porque en su existencia misma radica un grave problema: aplastan minorías. Y yo, Tom, soy minoría. No digo que sea minoría por ser latina, pues eso sólo valdría fuera de este territorio. Digo que soy minoría porque mi madre (quien tuvo la ardua tarea de criarme, lamentablemente sin mi difunto padre), me enseñó a lavarme las manos antes de comer, a esperar la luz roja para cruzar la calle, a ser honesta y aseada, a no robar, a sonreír cada vez que me sea posible y a llorar cada vez que lo necesite, me enseñó el valor del trabajo, de la vida, de la libertad, a ser tolerante, a respetar a los demás. Eso, en mi país, es una rareza, por lo que, como usted comprenderá, soy minoría.

No me voy a quejar de lo duro que resulta serlo, aunque podría, pero mi madre también me enseñó que uno sólo se queja cuando con la expresión de esa molestia que lo agobia resuelve en algo la situación. Yo lo que quiero es aclarar, con su permiso, el valor de su frase, de esa que de tanto repetirse, se está gastando, y que ya suena más a insulto que a reflexión.

Mi país hoy en día sufre las consecuencias de un proceso de descomposición moral y cultural, de la cual derivan la mayoría de sus males. Sin educación no somos nada. Y no crea que soy una elitesca al hacer esta afirmación, pues no hablo sólo de esa formación académica inaccesible para tantos. Yo me refiero a la educación casera, a la formación moral que nos dan nuestros padres, hermanos, abuelos, tíos. Porque ningún niño nace sabiéndolo todo. Uno nace para aprender, y creo no equivocarme al señalar que uno de los aprendizajes más valiosos es el que se saca del hogar, cuando somos pequeños, sencillos y vulnerables. Con esa primera carga de conocimientos juzgamos los posteriores, asumimos posturas y perspectivas, comprendemos el mundo. Eso que llaman criterio se forma desde que estamos muy niños, cuando mami y papi nos inculcan valores y nos heredan su forma de ver las cosas, nos enseñan a diferenciar el bien del mal.

Cuando se habla de una democracia que agoniza, enseguida se señala al pueblo como el culpable. No niego que haya pueblos culpables y alevosos, pero muchos de esos pueblos sólo son ingenuos, y en ese caso, no son culpables sino víctimas. No diré cuál es el caso del mío, sólo me conformo con hacer la distinción.

Le decía que su frase es el escudo de los que quieren mantener distancia, lavarse las manos, sacudirse el problema o, sencillamente, no estudiarlo a fondo para no descubrir lo que sospechan: que a veces ocurren errores, a veces caemos en el engaño y, a veces, somos producto de nuestra circunstancia.

Cuando se habla de política, no todo es tan fácil como decir: los de allá son los culpables. Hay millones de factores. Y no hay divisiones tan reduccionistas como “gobierno” y “oposición”, a los cuales les ponemos el cartelito de “estos son los buenos” y “estos son los malos” según sea el gusto.

Tom: no me vas a creer cuando te diga que, a pesar de que sufro esta crisis venezolana en carne propia, y a pesar de que no me gusta el gobierno, no le echo la culpa al pueblo. ¿Qué harías tú si un día, mientras te mueres de hambre, llega alguien que te ofrece comida, trabajo, educación y alimento, por un voto?

Y ya que pasamos al tuteo, entraré más en confianza: ¿sabías que, en este país, no existen grises? ¿Sabías que si no me gusta el presidente, se supone que tengo que firmarle un cheque en blanco a la oposición, aun sin ver sus rostros ni sus intenciones? ¿Sabías que si uno reconoce una buena obra de este gobierno, automáticamente lo está apoyando, aunque también señale sus fallas?

Pero los que estamos en esta difícil posición minoritaria, a pesar de todo, somos valientes. Nos atrevemos a decir lo que pensamos aunque nadie nos escuche, nos atrevemos a intentar hacer las cosas bien, nos atrevemos a tratar de rescatar los valores. Yo, por lo menos, lo hago. Y dirás que soy tonta, pero es que tengo la secreta esperanza de que, poquito a poco, mi labor de hormiguita tenga algún fruto.

Dicen que el camino al infierno está empedrado con buenas intenciones, lo que significa que, aunque hayas tenido el ánimo de hacer las cosas bien, si cometes un error tendrás que pagarlo. Este pueblo cometió un error, gravísimo la verdad sea dicha, al escoger a este presidente, y aunque no fue con mala intención, le ha tocado pagarlo muy caro. Pero cuando digo “pueblo” me refiero a la mayoría, aunque al final paguen justos por pecadores.

Razón no te faltaba, Tom, al pronunciar aquella lapidaria frase, pero se equivocan los que hoy la repiten al pensar que sentiré culpa por oírla. No sólo NO voté por este presidente, sino que estudié responsablemente la situación, usando ese criterio que heredé de mi buena familia. Aun así, la mayoría decidió, y aquí estamos. ¿Y? ¿Resolvemos algo son tan sólo señalar el culpable? ¿Hacemos algo si nos cruzamos de brazos, odiando al que tomó la decisión? Ya el daño está hecho, no importa quién sea el responsable: lo primero es resolver este problema. Y es que, la discusión no acaba con adjudicar una culpa, ni con tratar de crear cargo de conciencia, así que no traten de asustarme con una cita mal hecha: pónganse a trabajar. Asuman desde ya la responsabilidad que les toca, desmuestren que ustedes sí pueden hacerlo bien, reconozcan que el problema es de raíz y cortando unos pocos frutos podridos no resuelven gran cosa. Eso es lo que les digo a los que me azuzan con tu frase.

Te digo esto, Tom, porque sé que no fue tu intención regalarle una excusa a los ociosos y a los resentidos. Sigo creyendo que tienes razón, pero a diario trabajo humildemente para contribuir a que cambie la situación, a regenerar a este pueblo inocente que ahora se alimenta del odio. Y por eso mismo te escribo: porque sé que te molestaría saber que tus palabras se usan sólo como armas para destruir, y no como herramientas para construir.

Espero no haberte molestado demasiado.



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En estos días me puse a pensar que resulta caro ser frívolo. Me estuve fijando en la librería que con lo que compras una revista importada, podrías comprarte dos libros. Y si te cortas el cabello de una manera simple, en una peluquería simple, sin secados complejos, ni coloraciones o rizados especiales, te sale más barato (obvio) pero es menos cool.

Lo mismo pasa con estar sano. Si quieres mantener una dieta especial, llena de frutas, legumbres y hortalizas, un rico salmón full de Omega-3, pan de centeno o de 7 cereales, comida orgánica, etc., sencillamente tendrás que pagar el triple, pues estos productos son escasos y caros. Lo normal es justamente lo contrario a lo sano. De hecho, las ofertas sólo las hacen en snacks llenos de colorantes y aceite, no en los yogures.

Y sí, dicen que lo barato sale caro, pero en el terreno de las finanzas, es poco lo que uno puede hacer cuando se trata de estas cosas. Uno no siempre tiene lo que quiere o merece, sino apenas lo que puede.

Mis ojos se llenan de lágrimas cuando entro a una librería y me antojo de toooodos los libros que no puedo costear, pero que me enriquecerían como persona, como profesional, esos libros que saciarían mi sed de conocimientos y la renovarían. Pero en el medio de la librería está la mesa de ofertas, a esos precios "solidarios" que gustosamente pagaría por algo bueno... no por autoayuda. Y no es que tenga algo en contra de la gente que lee autoayuda, lo mío es una rencilla personal contra el género en sí.

Y no ando en una cruzada anti-capitalista, ni en una onda de comunismo cultural, ni tampoco abogo por el paternalismo estatal al pedir que el gobierno regule los precios de las cosas que deseo. No. Sólo pienso que las cosas que pintan como "normales" son una exquisitez. Que eso de ser "rico culturalmente" exige ser rico monetariamente. Que para tener acceso a un juego de niños, hay que trabajar como un adulto-esclavo. Jodido, ¿no?


Aprovechados

Los señores que me prestan el servicio de Internet deberían saber que, si van a hacer mantenimiento, ´sería un lindo detalle de su parte ¡que me lo avisaran!

A diferencia de mucha gente, el Internet de casa no es algo accesorio, ni tampoco tengo la oportunidad de "navegar en la oficina". ¡Esta es mi oficina!

Por lo demás, es increíble cómo me cambió la vida este inventico: sin Internet me aburro una barbaridad. Claro, entre otras cosas porque sin él no tengo nada qué hacer para ganarme la vida, y me sobran 8 horas en el día, que pude aprovechar teniendo dolor de barriga (supongo que de la rabia) y llamando al Centro de Atención al Cliente.

A ver, ¿y si de verdad el Intenet fuera un entretenimiento, algo superfluo para mi? ¿Sólo por eso pueden cortar el servicio sin avisar? ¿Es que acaso no lo pago igual?


martes, agosto 05, 2003

He descubierto que soy una adicta. No hay algo en especial que quisiera citar. Creo que soy adicta en general. Por ejemplo, eso de quedarse viendo reality shows o programas de prensa rosa españoles (sin conocer ni pío de las celebridades de España), es una tendencia a la adicción sin sentido.

¿Alguien me explica por qué estoy viendo Menta y Chocolate? ¿Qué sé yo de Norma Duval? ¿Estoy loca?


lunes, agosto 04, 2003

Pidiendo como loca

Me gustaría poder decir: “este mes voy a Les Luthiers”. Cómo Si fuera tan fácil…

Los vi el año pasado, gracias a Dios, pero no me refiero sólo a ellos, sino a todo espectáculo digno del mundo civilizado. Me refiero al teatro en general, al ballet en general, a la ópera en general. Me refiero a eso de vestirse bonito para ir a un concierto elegante, y sentirse especial enfundado en un traje. Me refiero a visitar el Teresa Carreño y sentir que me estoy nutriendo.

Es jodido, pero en nuestro país, el único sector que sale perdiendo (sin importar la posición del gobierno), es el de la cultura.

Es inaudito que no se reedite la Poética de Aristóteles porque no hay suficientes lectores, o que le quiten el subsidio al Consejo Nacional de la Cultura porque “el arte es elitesco, queremos arte para las masas”.

Propongo que tengamos un presidente poeta, pero esos poetas de verdad… o cineasta, escultor o pintor. Una criatura a la que le duela la cultura, y que entienda que, a través del arte, nuestra sociedad puede crecer. Arte y educación antes que pan y circo.

Pero eso es mucho pedir, ¿no?



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