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sábado, mayo 24, 2003

No miremos a las personas que pasen por la calle

Decía el Manual de Carreño que era impropio de personas educadas ver detenidamente a las personas que pasan por la calle. No creo que sea totalmente cierto: hay gente que busca ser vista, hay gente que es digna de ser vista y hay gente que es imposible no ver.

Ahora, en estos días estuve recordando algo que una vez dijo le tipo X a una amiga: "si las mujeres se visten como un pedazo de carne, no pueden esperar ser vistas como algo distinto, ni tampoco tratadas de otra forma". Parece una afirmación muy machista, pero creo que esconde una verdad. Hay chicas que se visten sensualmente, resaltando su belleza, y bueno, el que las ve trata de descubrir su secreto, de acercarse y buscarles conversación, pero respetando el claro límite que impone su actitud y vestimenta. Pero hay mujeres que andan enseñando los pezones, frotándose con cuanto macho encuentran a su paso, y después se quejan de que ningún hombre las toma en serio. ¿Se nota lo que quiero decir? Si estás buena tienes derecho a mostrarte e, incluso, a usar ropa que atraiga miradas, pero hay que usar el sentido común. No puedes culpar al mundo de hacer un juicio injusto de tu persona si la única info que le das es que estás en celo.

Pero hay otros momentos en los que las miradas pueden ser fatales. No nos damos cuenta de lo que podemos hacer al posar nuestros ojos indiscretos en la gente. Claro, si la persona es de esas que son lindas y no andan escondiéndose, vale mirarlas, pero hay veces que uno detalla a una persona con un defecto físico y la hace sentirse mal. Este post es un acto de contrición por una de esas miradas, aunque la agraviada no tenga la oportunidad de leerlo.

Hace unos días iba con una amiga en el carro, cuando mi amiga me indicó (a todo grito) que le viera el rostro a la chica del carro de al lado, que tenía un acné de película. Para mala suerte nuestra, la chica la escuchó y pasó a nuestro lado viéndonos con rabia. Tenía en verdad un severo acné, pero supongo que no es su culpa. Nadie decide tener barros en la cara. Lo malo es que ella debe saber que su apariencia no es la más bonita, le toca verse al espejo todos los días, y aparte, uno es el peor crítico de la propia apariencia.

Yo me sentí gusana por siquiera voltear, y si pudiera, le pediría perdón. Tuve una amiga con una enfermedad similar y sé lo que ha sufrido por ello. No sólo por los peelings, sino por el dolor, por el ardor, y por la verguenza. Si en algún momento de mi vida he querido arrancarme los ojos fue en ese. De verdad. Nunca estaría en mí maljuzgar a alguien por un defecto o por una condición.

Así pues, la reflexión del día es: si vas a mirar a alguien, procura que tu mirada sea un halago, que insultos sobra quien los reparta. Esto es válido para los piropos también. La vida es demasiado corta para desperdiciarla generando dolor y miseria.


Música para la vida

A pesar de del título de autoayuda, esto pretendía ser una crítica acerca del ritmo, así que escogí el asunto de la música pensando que sería excelente referencia, pero resulta que no. Olvídenlo.

Pensaba escribir un poco sobre lo que sentía al ver The Matrix Reloaded, pero no sé por qué me entró como angustia. Es que es un tema delicado el de las películas de culto, y no es que le tenga mucho miedo al qué dirán, pero no sé, está claro que no supe qué decir.

En realidad lo único que tenía que decir es que me hubiera gustado que el ritmo fuera un poco mejor. Todos necesitamos ritmo para hacer las cosas (desde respirar hasta hacer el amor) y al contar una historia, el ritmo debe invitar al que escucha a quedarse ahí, pendiente de lo que vendrá. No los culpo por hacer tan largas las escenas de pelea, si yo tuviera tanta tecnología y tanto efecto especial también los exhibiría, pero con quitar unos cuantos cuadros el ritmo hubiera mejorado notablemente. Alargar el tiempo entre embestida y embestida puede arruinar la emoción (y si no lo creen, piensen otra vez en el ejemplo de hacer el amor).

Eso es todo. Queda para otro día mi reflexión acerca de la ciencia ficción. Mientras tanto, vayan, véanla, disfruten de los efectos porque merecen ser disfrutados, traten de decir Nabucodonosor en inglés, en serio, enjoy, porque es una película muy buena.



La tapa de la poceta

Hace unos años mi hermana y sus hijos vinieron a vivir a mi casa. Yo crecí entre mujeres, pues éramos tres hermanas y mi madre. Mi padre murió siendo yo niña, así que nunca supe lo que era vivir con un hombre, de manera tal que ignoraba el asunto de la tapa de la poceta. ¿Por qué razón iba yo a imaginar que alguien tenía que levantar el asiento del water para algo? Las niñas hacemos todo sentadas…

Mis sobrinitos, además de varoncitos, eran pequeños. Se levantaban en la noche a hacer pipí unas cuantas veces. Eso sí: totalmente dormidos. Por supuesto, por condicionamiento levantaban el asiento, pero olvídense de bajarlo.

Yo también me paraba dormida para ir al baño. Ya se deben imaginar lo que pasaba. Les confieso que hay pocas cosas tan horribles como sentarse en un water sin asiento y rozar el agua con las posaderas. ¡Todas las noches me pasaba lo mismo!

Así pues, hombres del mundo, hágannos un favor: ¡bajen el asiento!



viernes, mayo 23, 2003

Reportera tururú

Esta mañana estuve viendo las noticias y me puse a pensar en la gente que da declaraciones. Cualquier loco al que le prestan un micrófono o que tiene un parlante o aunque sea un tururú (así le dice mi esposo al tubo de cartón del papel higiénico), jura que está “ofreciendo una rueda de prensa”.

No importa si es un loco de una plaza o un diputado, y menos si tiene algo importante que decir o no, siempre, pero siempre dicen cosas como: exigimos, afirmamos categóricamente, presentaremos el pliego conflictivo, quiero expresar a la opinión pública…

¿Quién se cree usted, señor del tururú, para estar exigiendo nada? ¿Por qué siempre tienen un pliego conflictivo aunque la pelea se haya presentado hace dos horas? ¿Qué obliga a la opinión pública a oírlo a usted?

Por eso pienso que yo sería pésima reportera. Es que me da mucha risa cuando la gente empieza a engolar la voz cuando tiene un micrófono delante o cuando empiezan a usar palabras domingueras y no saben su significado, o peor, cuando inventan palabras.

Una vez oí en la tele a un tipo diciendo: “yo no creo en ese tipo de cosas, soy muy antiséptico al respecto”. Yo hubiera sido la reportera y le hubiera soltado la carcajada en la cara.

Imaginemos por un momento que me convierto en la Mafafa Musguito venezolana, empiezo a tomar foto y, extendiendo el micrófono, tomo declaraciones como: “Queremos afirmar categóricamente…” La primera pregunta que le haría (incluso interrumpiendo la declaración) sería: Disculpe, diputado, ¿qué significa “categórico”?

¿Y a la gente de la cultura? Lo primero sería agarrarlos fuera de base preguntando: ¿Qué significa crisol? ¿Por qué dicen constantemente que esta tierra es un crisol de razas?

Y sí, probablemente acabaría presa porque cuando los personeros del gobierno me dijeran disulidar (dilucidar), recuperamiento, etc, etc, etc, agarraría el micrófono y se los pegaría por la cabeza, ¡por brutos!



Orientación vocacional

Cuando estaba en el colegio, un año antes de graduarme, la psicóloga de la institución era la encargada de darnos una materia que se llamaba “Orientación vocacional”. Se suponía que ahí encontraríamos las herramientas para escoger la carrera adecuada, de acuerdo a nuestros gustos pero también a nuestras destrezas y habilidades.

Resultaba incómodo que la materia fuera dictada en grupo pues, obviamente, todas las personas que estábamos ahí teníamos diferentes características por lo cual, ya se podrán imaginar, la guiatura grupal era lo menos provechosa del mundo.

Nos decían cosas muy generales como: “escoge una carrera que te llene” o “no te dejes guiar por los oficios que tengan tus padres”. Eso ya lo sabía yo antes de los 45 minutos semanales con la psicóloga.

Pues bien, sucedió que para darle sentido individual a la orientación, nuestra querida psicoloca decidió ponernos a comprar una test vocacional. Consistía en una planilla llena de preguntas, no miento si digo que parecían millones, todas igualitas, repetitivas, cansonas y hasta obvias: ¿Te gusta ayudar a las personas? ¿Sientes satisfacción cuando ayudas a alguien? ¿Te agrada tender tu mano a terceros?

Sí, parece que había unas cuantas preguntas básicas que se repetían con ligeras variaciones a lo largo del examen para asegurarse de que uno estaba clarito en la vida.

A mí no me pareció difícil, aunque vi que muchas de mis compañeras hasta intentaron copiarse en la prueba. Lo que me pareció fue un examen largo y tedioso, pero lo terminé feliz de sólo imaginar que me ayudaría a constatar que yo debía estudiar la carrera que había escogido ya.

Una vez terminada la prueba, la psicoprofe la recogió, la guardó en una carpeta y nos explicó que ahora sólo le faltaba llevarla a la empresa de procesamiento de datos. En apenas una semana todas tendríamos el resultado detallado y personalizado de lo que seríamos en la vida. Impresionante, ¿no?

Transcurrida la semana llegaron las pruebas analizadas. Hasta la más bruta del salón pegaba gritos de la emoción al saber que ya no tendría que pensarlo más y podría escoger cualquiera de las opciones que le daba el resultado plasmado en el papel. Porque, para sorpresa nuestra, el test daba varias opciones clasificadas en: te gustan tales carreras, tienes habilidad para estas y hasta es posible que te inclines por estas. Claro, ante todo te ponían una introducción que dibujaba tu perfil laboral/profesional.

Yo, de lo más tranquila al ver a las demás, no me desboqué a leer la mía. Me puse a leer la de las demás, felices como estábamos de tener esa información. Quería saber qué le recomendaban a las otras chicas pues, ya que las conocía bien, saber esas recomendaciones me podría dar una idea de qué tan acertado era el instrumento de orientación. Para mi sorpresa, siempre dio en el clavo.

Ok, leamos la mía, me dije, y empecé a leer la contradictoria introducción, ansiosa de llegar al final. Decía más o menos: “el individuo presenta marcada tendencia por el área humanística, pero es posible que también tenga éxito en el área científica debido a su curiosidad innata. En ambos casos se verá asistido por su aguda capacidad de análisis y comprensión de las situaciones. Tiene remarcadas cualidades para la atención de personas, pero también disfruta de tareas solitarias como la investigación, poco propensas al intercambio personal” …Blablabla…Y llegamos a la parte crucial: “Dado lo anterior, esta persona sería buena para: ..--..”. Y nunca se completó el resultado.

Alarmada, se lo mostré a la profesora, debía tener una explicación pronto de por qué yo no tenía recomendaciones como el resto. Ella, tranquilita (claro, no era su vida profesional la que estaba en juego) me dijo: “Upa, parece que se le acabó la cinta a la impresora (sí, en ese entonces no había inyección de tinta y menos láser). Tendré que llevarlo de vuelta a la empresa para que completen el resultado con tus datos”. Todavía lo estoy esperando.

Yo sé que parece una broma del destino, una simple coincidencia, un giro tragicómico de los acontecimientos, pero a los quince años sentí que el universo trataba de decirme: “Sí, era cierto lo que sospechabas. Eres buena para nada”.

¿Y a eso le llaman orientación?



Régimen abierto

Cuando mi mamá estudiaba derecho le tocó visitar una cárcel y entrevistarse con los presos. Había casos interesantísimos, gente que estaba allí por fraude, embaucadores, niños sumamente tiernos que después descubrió que estaban ahí por asesinato y esas cosas difíciles de creer.

Una de las cosas que más me sorprendió fueron los presos que disfrutaban de régimen abierto. Muchos de ellos siempre vivieron cerca de la cárcel, otros tuvieron que mudarse para disfrutar del privilegio, lo cierto es que estos tipos iban a su centro de reclusión a las 8 am, pasaban el día en él (algunos trabajando y otros sin hacer nada, como la mayoría de los presos de este país), y al dar las 6 pm, se regresaban a sus casa. Las autoridades del centro penitenciario decían que esto era una maravilla porque con esta medida controlaban la superpoblación de la cárcel y, además, no tenían que ocuparse de gastos de manutención. Agregaban que el contacto diario con la familia los hacía menos agresivos.

Yo quedé preguntándome si eso en realidad era estar preso. Con los años he concluido que sí lo es, y he llegado a esa conclusión porque no ceso de encontrarle un parecido aterrador a trabajar. Para mí el trabajo es una especie de régimen abierto. O sea, tú vas, pasa el día entero en un sitio que no es tu casa, haciendo cosas que no necesariamente harías por voluntad propia, ocupas por lo menos un par de horas en el traslado a ó del trabajo, y ahí te regresas. Son muy pocas las horas que te quedan para vivir tu vida.

Yo que veo tanta televisión, he llegado a preguntarme cómo en Friends o Seinfeld tienen tanto tiempo para compartir con los amigos, hacer cosas dignas de ser televisadas o, sencillamente, encarar el juego de la vida. Las sitcoms se basan, casi por completo, en las horas fuera de oficina y no en el trabajo. Uno supone que Chandler trabaja pero sólo en la última temporada lo ha visto en la oficina.

Siguiendo con la tele debo decir que envidio a Samantha Stevens. Y no porque sea ama de casa ni porque al mover su nariz pueda hacer lo que quiera, sino porque su esposo llega a las 5 de la tarde. ¿Se imaginan que todos pudiéramos estar en casa a las 5 de la tarde? Y no hablo de SALIR a esa hora, porque bien sabemos que una buena hora pico nos puede retrasar unos 120 minutos. Hablo de LLEGAR a las 5 pm, llegar con sol a nuestro hogar, poder dar una vuelta en el parque y jugar fútbol a plena luz del día.

No lo sé, pero a veces siento que pasamos mucho tiempo en el trabajo, presos, imposibilitados de ver la luz del sol, acostumbrados al neón, separados de la vida real. Y no soy quién para hacerlo porque trabajo desde mi casa, pero cuando llamo a mis amigos o espero a mi esposo, me doy cuenta que esperarlos es como contar las horas para su libertad condicional. ¿Soy yo sola la que se siente así?


Excusas, mentiras y otras hierbas aromáticas

Soy una de esas personas que tiende a dar excusas. No sé por qué, pero mi primer impulso es decir que no fui yo, que se me perdieron las llaves o que tenía el celular descargado. A veces es verdad pues soy una despistada, pero lo de las excusas me viene porque me da verguenza asumir mis metidas de pata así, sin miramientos.

Por ejemplo, la cocina de mi hermana es muy pequeña y no hay papelera. Casi siempre, cuando hay fiesta, se cuelga una bolsa del gabinete y ahí se van tirando los desperdicios. Sucedió que una vez pasamos el domingo en su apartamento celebrando quién sabe qué. Yo estuve muy hacendosa cocinando y llevando pasapalos a la sala, así que me tocó recoger mucha basura y tirarla. Encontré una bolsa colgando de un gabinete y allí lo eché todo. Al rato vino mi hermana y preguntó si yo había estado echando basura en LA BOLSA DEL PAN. "Por supuesto que no, Carolina, eso ya estaba ahí cuando yo empecé a usar la bolsa..."

Extrañamente eso sólo me pasa con las cosas pequeñas, o sea, sólo soy adicta a las mentiras blancas. Cuando es una cosa de seriedad yo misma me asombro de lo valiente que soy asumiendo culpas y responsabilidades. Y es que ese es el detalle: ¿por qué me cuesta tanto confesar que yo fui la que dejó la botella del agua vacía dentro de la nevera?


jueves, mayo 22, 2003

Quiero llorar

Ha habido días malos y este. Ya sé de sobra que cuando decido descansar, la vida aprovecha mi ausencia para volverse loca. Y es que sí, esta mañana no me he levantado temprano y, no sólo por sueño sino también por algo de malestar, he seguido en la cama de largo hasta que sonó el teléfono. ¡Emergencia familiar! Mi esposo necesita que le mande un e-mail a la oficina a las 10:30 am. Me levanto, busco el bendito archivo en su complicada Mac (mucho más compleja que la mía) y le doy send.

De vuelta a la cama, sigo sintiéndome mal, pero segura de que con media hora de siesta se me arregla el semblante. 2 pm ¡Emergencia familiar! El archivito enviado no quiere, por nada del mundo, servir para nada. Así que se manda en Quark, EPS, PDF y cualquier otro formato a ver si esta vez sí sirve.

Ni modo, a las 3 de la tarde hay que salir de la cama. Un problema comer a esa hora, donde no es lógico desayunarse, ni elegante tomar el brunch, ni dan tantas ganas de cocinar almuerzo. Cereal, yogur y un sandwich como a las 4 pm lo resuelven todo. Me duele mucho el estómago y tengo una contracción muscular en los hombros, creo que todo se debe a que sigo nerviosa temiendo que por culpa del banco me despidan. Convenzo al perro y salimos a caminar. A las dos cuadras me paro a comprar Coca Cola Light de 2 litros (por si se me ocurre hacer algo de cenar) y empieza a llover. El perro se pone torpe, yo voy con al botella al brazo y como puedo cargo al animal y a la botella, corriendo para evitar el resfriado... Nos salvamos por poco.

Mi esposo llega tardísimo con comida de McDonalds. Mi comida de siempre es una cajita feliz para jugar con el muñequito. Descubrimos que está malo y usado, las papas frías y la hamburguesa casi no tiene carne. Mientras discutimos si debemos perder el tiempo cambiando toda esta porquería en McDonalds, mi esposo me confiesa que por exceso de trabajo y falta de sueño, está rindiendo menos en la oficina y teme que si no se pone al día lo despidan.

Ahora sí: el dolor de estómago a mil, no puedo pensar claramente, odio la tv, odio McDonalds, y lo que quiero es una abrazo del universo para calmarme. Quiero llorar...


miércoles, mayo 21, 2003

Cuando sea grande quiero ser…

Cuando era niña quería ser muchas cosas. La primera era ser rubia. Bello si no fuera por el detalle que desciendo de aborígenes venezolanos y estoy a dos pasos de tirar flechas en el Amazonas. Una vez fui al Orinoco y absolutamente todas las indias de 14 años (que andaban con pechos caídos, al aire, y como 3 hijos alrededor) se parecían a mí. Si no fuera porque los genes de mi madre me blanquearon la piel, seguro me hubieran llevado al campamento indígena aquella tarde y me hubieran puesto a vender collares de pepitas de lechosa también. Gracias, mamá, por el color de la piel y por desactivar el gen que tumba las tetas antes de los 30.

Después quería ser bohemia. Mi tía siempre preguntaba qué profesión tendría de grande, y yo apenas tenía como 6 años, así que un día le dije que sería bohemia y que viajaría por el mundo de mochilera, haciendo artesanía para vivir y cultivando el arte. Mi tía sigue pensando que estoy loca y casi nunca pregunta por mí, tiene miedo de que le digan que soy bohemia de verdad.

También quise ser bailarina, pero eso me duró sólo un carnaval, porque cuando me quité las zapatillas y el tutú, terminé olvidándolo.

En algún momento quise ser psicóloga, pero creo que me dio miedo volverme loca. Tuve la impresión que siendo tan rara capaz se me pegaba algo de mis pacientes.

Artista nunca quise ser porque en kinder nunca aprendí a rasgar y eso me creó un trauma. Eso y el hecho de en dibujo técnico saqué las peores notas del mundo, qué desastre, nunca pude hacer una línea recta (usando o no una regla) y la tinta china nunca fue mi amiga.

Quise ser argentina porque me gustaba el acento, pero la cuestión geográfica me lo impidió.

Quise ser escritora, desde los 12 años estoy en eso, pero vaya usted a saber qué se necesita para serlo.

Si hubiera empezado como Miguelito por aclarar que de grande quería ser feliz todo hubiera sido más fácil.

Y tú, ¿qué querías ser de grande?



Como una tortuga

Leyendo a Caro me di cuenta de que siempre he dejado el deporte a un lado. A veces he tomado fiebres deportivas como la vez que salía de trabajar directo a practicar natación, o cuando iba al Parque del Este los sabados a darle una vuelta y sentirme revigorizada como a las 3 horas (cuando recuperaba el aliento).

Y bien, no está de sobra hacer ejercicio. Uno siempre jura que "esta vez sí iré al gimnasio". Todavía me acuerdo de los posts de Venethinker, cuando hablaba de la rutina diaria de ejercicios en el gym... y cómo al rato no oí nunca más del gimnasio, por lo que supuse que lo había abandonado. Yo hubiera hecho lo mismo.

Me puse a caminar esta tarde, con todo y perro, y el perro casi se desmaya. Yo también estaba con la lengua afuera después de 7 cuadras, pero sólo pensaba que mis abdominales podrían ponerse como la parte de arribe de una tortuga, y dejar de ser la parte de adentro (esa que es fofa y feíta). Y si de tortugas se trata habría que considerar que mi intención también es aumentar la velocidad un día de estos porque, a decir verdad, cualquier tortuga hubiera superado la que nosotros llevábamos. Jaja, el perro respiraba como asmático, dejando una línea de baba a su paso, pero yo iba cual instructora de aerobics: "Vamos, que tú puedes, un poco más, respira profundo, falta poco". Creo que, más que decírselo a él, me lo decía a mí.

Misión cumplida. Regresamos a casa vueltos puré, pero aquí estamos. Habrá que ver si mañana me animo y si puedo convencer al perro. Mientras tanto, seguiré esperando que se me quite el dolor de las posaderas para irme a bañar.


Paranoia contagiosa

Visito con frecuencia a mis blogueros de siempre. A algunos les dejo comentarios, a otros saludos, así va uno, haciendo la visita, pues. Es como cuando en los pueblos uno saca las sillas bonitas y las pone en el porche a esperar que los vecinos pasen para decirles: "Adiós pueeee". A veces uno se sienta en el porche y a veces sale a saludar a los otros porches.

El caso es que hoy venía por la calle y vi un fiscal de tránsito. De broma no me pongo a llorar. Me acordé de Venethinker y su tragedia matutina, con cola y fiscal incluido. El pobrecito venía tranquilito, disfrutando del paisaje y seguro de que llegaría a tiempo a su trabajo, cuando un fiscal de tránsito le cambió la vida, desviando a todo el mundo sin razón aparente u operante. Así son los fiscales: donde hay un fiscal, hay cola. Traté de avisarles a los conductores, pero después pensé que nadie podía salir de aquel paquete. Menos mal que yo venía caminando.

Después me llamó mi esposo para invitarme al cine, diciendo que podríamos pasar un rato chévere comiendo cotufas y tomando 7UP. ¡¡¡Noooo!!! Lo que pensé fue en Pat y sus reflexiones acerca del cine. Pensaba la edad de las cotufas que comería, seguro tienen meses allí, oh, Dios, y no quiero pensar con qué agua mezclan el sirop de la máquina de refrescos, mejor sería llevar latas de refresco de la calle metidas en un bolso... Y así. Pensé tanto que al final postergué la cita, con la excusa de que el día del estreno de The Matrix Reloaded seguro los cines estaban muy llenos.

Si me cuentan otra cosa de estas seguro le agarro manía. Y no, no soy manipulable, es que a mí también me han agarrado colas por culpa de fiscales y he comprado maníes en el cine que viene abiertos. A veces la lectura de un blog te recuerda vivencias.




Reset

Tengo como dos días posteando algunos temas muy comentados. Nunca hubiera imaginado que la belleza fuera un tema tan polémico. Más polémicos me parecen los concursos, porque no siempre el mejor es el que gana, pero igual me sorprendió la discusión encendida.

Sólo hoy pude darme cuenta (para que noten mi ingenuidad) que la pelea armada a través de los comentarios ERA OBRA DE LA MISMA PERSONA. Bueno, eso supongo yo. Aunque usa varios nicks, este personaje tiene el mismo IP, y a menos que se trate de una misma familia, es la misma persona. En caso de ser una misma familia les recomiendo terapia de grupo, si es posible, con electroshock incluido. Si es la misma persona, por Dios, ojalá te recuperes pronto de tu trastorno mental. Eso de meterse a pelear solo en un blog ajeno es cosa de locos.

El reset de hoy intentará borrar el tiempo perdido con mi amigui de personalidades múltiples. Entiéndase entonces que aquí no ha pasado nada y que, de ahora en adelante, a los que peleen solos se les dará el SI del loco.


La jefa de mi jefe

Mi jefe es uno de los seres más angelicales que haya parido esta tierra. Es el jefe que todos quisieran tener, y no sólo porque sea benévolo con las correcciones o asignaciones, sino porque es un ser humano. Es flexible cuando tiene que serlo, es divertido y es buena gente.

Pero la empresa le trabaja a unos clientes increíblemente fastidiosos, en especial a un banco donde la doña que recibe nuestro trabajo se cree la mamá de los pollitos. Cada vez que corrige algo para que quede a su antojo (muchas de sus correcciones sólo son cambios de palabras por otros sinónimos que le gustan más) termina diciendo cosas como "cuidado con lo que escriben, está en juego la reputación del banco y de ustedes mismos. Mis 15 años de experiencia, mi postgrado en el IESA, mi blablabla..." y esos son los únicos argumentos que tiene. Jamás ha explicado por qué prefiere un punto y coma sobre un punto y seguido, o ha demostrado habilidad alguna en el arte de escribir.

Con 15 años de trabajo en un banco ya debería ser su presidenta, y les aseguro que no lo es. Con un postgrado en el IESA debería saber que no se escribe "fuistes", y no lo sabe. Pero es la jefa de mi jefe.

Ella desea que las entrevistas se entrecomillen donde ella dice, y no donde empieza la cita textual del entrevistado. Ella sería capaz de reescribir la Biblia argumentando que Marcos, Mateo, Lucas y Juan no tienen un postgrado. Ella es así y de ella depende mi sueldo. Hay pocas personas en el mundo a las que me provocaría torcerles el pescuezo, pero en este caso, no sólo es imposible físicamente (ni le he visto la cara) sino que resulta difícil porque vivo con el dinero que ella aprueba que me paguen.

Es una pena y no niego que me asustan sus críticas, aunque no las respeto. Nunca usa criterios válidos distintos a "yo soy la que paga" o "estudié en tal parte", como si los demás hubiésemos sacado nuestro título de una caja de detergente. Y sí, me asusta que un día me boten porque a la doña le provocó decir que "de esta manera" y "de esta forma" no son prácticamente la misma cosa. Pero bueno, esos son los pequeños detalles de los que está hecha la vida de los que trabajamos como burros para personas que son más burras que uno, pero tienen título del IESA.


martes, mayo 20, 2003

Y al final sí va

Bueno, cero polémica: la presidenta de Panamá llamó a la organización Cisneros para pedir que mandaran a las Miss Venezuela. Por supuesto, decidieron retractarse de su decisión anterior y ahora andan en un corre-corre espectacular. Mariángel Ruiz, la muchacha en cuestión, fui invitada a un banquete en la casa de la presidenta de Panamá. ¿Qué se hubiera imaginado ella que recibiría tanta atención?


lunes, mayo 19, 2003

Ouch, ouch, ouch

Tenía las uñas largas (por alguna tontería mía) y hoy se me ha rasgado una. ¡Horror! si no la cortaba con cuidado probablemente me iba a quedar el dedito en carne viva. Parece una estupidez, pero el sólo hecho de pensar que teniendo la uña así engancharte en un hilito bastaría para arrancar casi la mitad de mi uña (produciendo un terrible dolor), me dio grima.

Es como cortarse con papel, arrancarse un pellejito, echarse limón en una herida, rascarse la espalda después de ir a la playa (cuando la piel está quemada y sensible), arrancarse una curita de la que se ha pegado la mitad de la herida, rascar un pizarrón, etc...


El Miss Venezuela fallido, las novelas y otros productos de exportación

¿A dónde vamos a parar en este país? Ya Caro comentó en su blog que la representante de belleza venezolana este año faltará a a cita Universal. Pudiera parecer una tontería, pero para un país que se enorgullece de sus riquezas naturales y sus mujeres hermosas, es una tragedia. Y no lo digo porque me encanten los concursos de belleza, pero hay que reconocer que es una realidad.

Hace tiempo, cuando Venezuela era la referencia latinoamericana en materia de telenovelas, teníamos los ojos del mundo puestos sobre nosotros. Pero nos destronaron (y créanlo o no, tuvo que ver con la mala situación económica también) y ahora nadie se detiene a vernos en el mapa. Por lo menos, no por nuestra televisión.

PDVSA fue una de las industrias petroleras más exitosas y eficientes del mundo, pero resulta que un rollo político nos volvió a dejar en segundo plano, haciendo que los países que necesiten petróleo no sólo NO se lo compren a Venezuela, sino que además nos recuerden a nuestras madres a cada rato (la gasolina en Miami subió tanto que muchas fueron las groserías que nos gritaron desde allá).

Ahora le toca el turno a las reinas de belleza. No hay fábrica de mujeres hermosas con mayor conciencia de misión en el mundo. En el Miss Venezuela están claros que ganar es la meta, ya sea con cirugía, lavados cerebrales o, simplemente, con una rigurosa selección (créanlo o no yo estudié con una Miss a la que no le operaron NADA). La mayoría de las participantes le tenía miedo a la venezolana, quizá por el mito, quizá por los rumores, pero infundíamos respeto.

Repito, parece una tontería, pero creo que es un síntoma de nuestra grave enfermedad. Podríamos pensar que la Organización Miss Venezuela usa esta ausencia como una potente alarma para llamar la atención internacional, pero sea o no cierto el uso de tal estrategia, la cuestión aquí es que estamos pidiendo ayuda.

¿Que no deberíamos darle tanta importancia? No lo creo, esto es parte de nuestra identidad, aunque nos pese. Y no se trata de sentarse a llorar por esto, debemos seguir trabajando por sacar adelante al país, pero ¿cómo no sentir alarma, dolor, verguenza? Si en mis manos estuviera llamar a elecciones lo haría, pero mientras no haya salida tengo el derecho a llorar por las misses ausentes y el petróleo derramado.


X-Men 2

Hoy vi X-Men2. A pesar de que me gustaba más la narración tipo viñeta de la primera parte, esta película me encantó. Eso es bastante bueno porque fui fanática de los X-Men en mi infancia y adolescencia.

Claro, no negaré que me hace falta gente, pero confío en que más adelante la incluirán. Aunque es increíble que incluyan a personajes tan viejos como NightCrawler, añoro la presencia de Gambito, mi novio Bestia, etc.

Del casting no me quejo, aunque le pegaría un tiro en el ojo a Cíclope, sólo por no ser ni la sombra del elegante personaje de comiquitas.

Y cómo no, me jode cada vez que Jean Grey se va, siempre me duele que lo haga porque pienso que se muere, pero después me sorprende su regreso. Una vez se fue a un planeta por alguna razón que ya no recuerdo, y la escena de su partida (que para el momento se creía que era su muerte) fue muy dramática: como siempre, dejó a Guepardo y a Cíclope halándose los pelos y llorando, al punto que ellos decían que dejarían que fuera el otro quien se quedara con ella si con eso podían salvarla. Estuve deprimida una semana, hasta que pasaron un nuevo capítulo donde me enteré de que no había muerto. Será por eso que prefiero que la llamen Phoenix y no Jean...

En fin, lo que objeto son puras pendejadas de quien está acostumbrada a historietas y cartoons, pero es muy buena, de verdad.

El tema de los mutantes siempre me ha apasionado porque, de alguna manera, existimos humanos que nos sentimos distintos. La diferencia siempre es buena, pero a veces pesa. Ser una persona con un nombre raro, o con gustos extraños, o con buenas notas, o sin amor por la parranda, te pasa cierta factura social y te margina.

No saben a cuántas fiestas dejé de ir por no recibir invitación (siendo cerebrito recibes pocas) o en cuántos casos me quedé callada en una conversación para no delatar que yo era una especie de Lisa Simpson, o cuántas burlas me gané por llamarme como me llamo... Y suena estúpido querer pertenecer a una sociedad incapaz de entender y aceptar las diferencias, pero cuando eres niño esas cosas duelen, y emocionalmente no deseas otra cosa que pertenecer, PERTENECER. A veces lo niegas, pero en algún momento sientes que necesitas "ser normal" de vez en cuando, como un mutante...

Sólo después que te reconcilias con quien eres y con tus dones, puedes encontrarte a gusto en tu piel y hasta juntarte con otros seres especiales como tú, que disfrutan cosas distintas y tienen valores distintos, pero antes de ese momento mágico ser mutante o metahumano o cerebrito o raro es una carga muy pesada.

Me da cierta vergüenza escribir esto, pero es la verdad sobre mi amor por los mutantes. Por ahora, sólo me queda mandarle un beso a mi Bestia personal (si lee esta página) y a todos ustedes, mutantes cibernéticos...


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