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martes, noviembre 18, 2003

Si bien mi país tiene sus defectos, sus virtudes son inigualables. Hoy, cuando apenas nos reponíamos del duro golpe que significaba la negativa del ente comicial ante la recolección de firmas de venezolanos en el exterior para solicitar un referendo revocatorio, una victoria deportiva nos devolvió la sonrisa y nos hermanó de nuevo.

Nuestro fútbol nunca fue de los mejores, pero la Vinotinto ha recorrido el camino a paso firme en poco tiempo. Y no es que sea perfecta, pero gracias a esa selección hoy podemos sentir una pasión que siempre nos fue ajena: la del fútbol.

A diferencia de muchos países de Latinoamérica, en las barriadas populares, en los pueblitos, en las calles de mi país no se pateaba un potecito de leche como improvisado balón... nuestros niños siempre prefirieron jugar "chapita" y batear las tapas de los refrescos con cualquier palo, para soñar con ser "peloteros". El beisbol fue nuestra gran pasión, ese logro importado que nacionalizamos, el juego que llenaba nuestras calles.

El deseo de ver a la oncena venezolana patear una victoria, no se veía como algo concreto, y ante la lejanía de este sueño, optamos por nuestro beisbol nacional y por asimilarnos a una selección hermana a la hora de cantar gol. Algunos iban a Brasil, otros a Argentina, algunos a Colombia, un poco por solidaridad, otro poco por falta de una Venezuela fuerte frente al balón.

Pero hoy, en el día de la Chinita, la Virgen de la Chiquiquirá, Venezuela se viste de vinotinto y celebra el haber alcanzado 6 puntos en la tabla eliminatoria sudamericana hacia Alemania 2006.

¿Llegaremos? Sería maravilloso, pero si no lo hacemos, este recorrido que nos devolvió el orgullo de ser venezolanos vale la pena. Ahora sabemos lo que se siente. Ahora, mientras escribo esto, me quedo sorda por el corneteo frenético de esos venezolanos que, por un minuto, dejaron de pelearse por la política y se toman unas "frías" abrazados como hermanos.

Que conste que no soy fanática de ningún deporte, sino fanática de este fraternal sentir venezolano. ¿Y si encadenamos temporadas de nuestros deportes favoritos todo el año y dejamos la peleadera?


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