<$BlogRSDUrl$>

martes, noviembre 04, 2003

Honda tristeza

Creo que mi primera tristeza poética fue a los 4 años. Definitivamente fue antes de los 5 porque recuerdo que mi papá todavía estaba vivo. Habíamos ido al parque de diversiones, una tarde fantástica de esas que sólo se pueden tener en un parque de diversiones teniendo 4 años.

Es curioso que, en vez de montaña rusa, el Ítalo Americano tenga un gusano. El gusano verde atraviesa la aterradora manzana y uno que se muere del susto en ese túnel (años después noté que era, simplemente, una estructura metálica, esférica, sin gracia ni pintura en el interior) y sale gritando con gusto al ver de nuevo el sol. Qué maravilla tener 4 años.

No lo recuerdo con exactitud, pero estoy segura de que me compraron algodón de azúcar, una de las pocas cosas en el mundo que puedo llamar FAVORITA, o sea, que no cabe duda que aquella tarde maravillosa debe haber tenido algodón de azúcar, sí señor.

Pero lo que más recuerdo es el globo metalizado lleno de helio. Esos globos eran un lujo por ser de los caros, y casi siempre había que conformarse con un globo normal, engarzado en un palito plástico. Pero, ¿para qué mentir? ¡También me encantaban esos!

La cosa es que me compraron mi globo con helio, y él estaba loco por irse volando al cielo, y yo lo mantenía engañado, soltando la cuerdita un poco, pero sin dejarlo escapar. En la casa, cerré ventanas y puertas y lo perseguí por todas partes, como si fuera un pajarito. ¡Qué felicidad!

Pero con la inocencia de mis 4 años, dejé que el destino me tendiera una trampa: la ventana de la sala estaba abierta, y el globo traicionero escapó del piso 8 hacia los cielos.

Esa imagen del globo alejándose en cámara lenta, ascendiendo hasta alturas imposibles para mi limitado entendimiento, esa imagen que se abría hacia el cielo azul, con esas nubes blancas, difusas y melancólicas, fue mi primera tristeza poética. No trato de adornar con palabras de gente grande ese recuerdo: traduzco el sentimiento que tan hondo quedó grabado en mí. Una de las imágenes más poderosas y de las desolaciones más grandes de mi vida, se abría ventana afuera, hace más o menos 23 años.

Las pocas veces que he visto un globo perdido, en pleno ascenso, he sentido unas profundas ganas de llorar.


This page is powered by Blogger. Isn't yours?