martes, noviembre 04, 2003
El perrito de los nuevos
Cada vez que el perro se emociona, se hace pipí. Si está alegre, triste o asustado, da igual: él se mea.
Parece que en estos días, cuando llega mi esposo, el perro ha dejado su marca en el pasillo. Lleva dos días haciendo eso, al parecer, y la señora conserje ha subido hoy con el único propósito de hacérmelo saber. Tiene razón y me mata de la vergüenza que alguien limpie los desastres de mi perro siendo mi responsabilidad, pero la verdad sea dicha: la conserje de mi edificio se cree más que todo el mundo.
Jamás ha sido capaz de preguntar algo con humildad, o de comunicar algo con sencillez, y menos de pedir algo como si no se tratara de una advertencia.
Me hizo sentir como si yo fuera una cerda que suelta a su perro por todo el edificio con el propósito de llenar de porquería los pasillos.
Pero eso lo hace –y es lo más triste– porque todavía nos ve como los nuevos. No somos los últimos en haberse mudado (la familia de arriba lleva menos tiempo que nosotros), pero la media de años de residencia en este edificio es de 20 años. Algunos tienen aproximadamente 35 años viviendo aquí y es obvio que son “los jefes”, algo así como El Padrino… lamentablemente se están muriendo (cosa lógica porque tienen como 80 años).
Esos viejos residentes tienen patente de corso para criticar, romper, dejar puertas abiertas y robarse las plantas, pero nosotros no podemos dejar que nuestra gata se asome por la ventana sin que alguien nos señale.
El vecino del PB-B tiene un perrote, creo que gran danés. Como está tan cerca del jardín del edificio, el dueño lo saca a hacer sus necesidades en él, pero no recoge los desechos. Yo me he dado cuenta porque, para preservar la salud de mi mascota, me he visto obligada a recoger los excrementos ajenos, evitando así que mi perro los huela y se enferme. Pues bien, a ese señor nadie le pide recoger excrementos porque él nació aquí y, al morir sus padres, heredó el apartamento y en él formó una familia, con todo y perro con diarrea. Pero no, es el pipí de mi perro el causante de alarma.
Yo, sinceramente, asumo mi responsabilidad, y hasta he considerado ponerle un pañal a mi perro… pero como el vecino del PB siga dejando a su mascota hacer desastres en el jardín, recojo los excrementos en una bolsa de papel, se la pongo en la entrada del apartamento, toco el timbre y me voy, como en las películas gringas. Total, si otro lo hace, igual mandarán a la conserje altiva a culparnos a nosotros, los nuevos.
Cada vez que el perro se emociona, se hace pipí. Si está alegre, triste o asustado, da igual: él se mea.
Parece que en estos días, cuando llega mi esposo, el perro ha dejado su marca en el pasillo. Lleva dos días haciendo eso, al parecer, y la señora conserje ha subido hoy con el único propósito de hacérmelo saber. Tiene razón y me mata de la vergüenza que alguien limpie los desastres de mi perro siendo mi responsabilidad, pero la verdad sea dicha: la conserje de mi edificio se cree más que todo el mundo.
Jamás ha sido capaz de preguntar algo con humildad, o de comunicar algo con sencillez, y menos de pedir algo como si no se tratara de una advertencia.
Me hizo sentir como si yo fuera una cerda que suelta a su perro por todo el edificio con el propósito de llenar de porquería los pasillos.
Pero eso lo hace –y es lo más triste– porque todavía nos ve como los nuevos. No somos los últimos en haberse mudado (la familia de arriba lleva menos tiempo que nosotros), pero la media de años de residencia en este edificio es de 20 años. Algunos tienen aproximadamente 35 años viviendo aquí y es obvio que son “los jefes”, algo así como El Padrino… lamentablemente se están muriendo (cosa lógica porque tienen como 80 años).
Esos viejos residentes tienen patente de corso para criticar, romper, dejar puertas abiertas y robarse las plantas, pero nosotros no podemos dejar que nuestra gata se asome por la ventana sin que alguien nos señale.
El vecino del PB-B tiene un perrote, creo que gran danés. Como está tan cerca del jardín del edificio, el dueño lo saca a hacer sus necesidades en él, pero no recoge los desechos. Yo me he dado cuenta porque, para preservar la salud de mi mascota, me he visto obligada a recoger los excrementos ajenos, evitando así que mi perro los huela y se enferme. Pues bien, a ese señor nadie le pide recoger excrementos porque él nació aquí y, al morir sus padres, heredó el apartamento y en él formó una familia, con todo y perro con diarrea. Pero no, es el pipí de mi perro el causante de alarma.
Yo, sinceramente, asumo mi responsabilidad, y hasta he considerado ponerle un pañal a mi perro… pero como el vecino del PB siga dejando a su mascota hacer desastres en el jardín, recojo los excrementos en una bolsa de papel, se la pongo en la entrada del apartamento, toco el timbre y me voy, como en las películas gringas. Total, si otro lo hace, igual mandarán a la conserje altiva a culparnos a nosotros, los nuevos.