viernes, octubre 24, 2003
A veces siento que sé menos que mucha gente. Mis amigos hablan de conocimiento básico adquirido en la escuela primaria, y yo no tengo idea de lo que hablan. Geografía, castellano y algunas otras asignaturas guardan secretos insondables para mí.
Oír que existe un país llamado Suazilandia es casi un chiste. Sólo lo he oído en la elección de la Miss Universo, y pienso que es una táctica que usa el concurso, un país inventado para usar más candidatas.
Pero no, resulta que existe. La revista que manda el resort que tiene mi familia, reseña a Suazilandia como destino turístico. Claro, no hay 300 conjuntos turísticos en ese país, pero ellos ofrecen alojamiento, al menos, en una unidad hotelera.
Si pudiera, yo viajaría para allá. Tendría que estar allí para creer que es real. Supongo que nadie sabe si este ex-protectorado británico es una leyenda geográfica o no. Imagino también que en Inmigración USA ,tener entrada y salida suazi estampada en el pasaporte, despertaría suspicacias. Revisarían minuciosamente, como ahora hacen con todo, el sello del país, para constatar que es real y que no dice Looney Tunes. Yo lo haría (sigo pensando que es chiste).
Si viajara a Suazilandia, escribiría un libro como “Yo visité Ganímides” pero con el sugerente título de “Yo visité Suazilandia”. Sería un éxito.
Dicen que ese país tiene un área de aproximadamente 17.360 km2 donde reside un poco más de un millón de habitantes. No tengo idea de si eso es mucho o poco, si viven apretados o no. Mis conocimientos geográficos son deficientes.
En segundo grado, la maestra nos hacía copiar la tarea al comenzar el día. Su filosofía era extraña: temía que sonara el timbre de recreo o salida, y saliéramos del salón sin copiar la asignación, excusa que usaríamos al día siguiente para no presentar el trabajo. De manera que, ante la posibilidad de que se acabara el tiempo, prefería que se sacrificara la explicación.
Uno de esos días de ese segundo grado, copiaba yo la tarea en la mañana, cuando pensé que podría ahorrar tiempo respondiéndola al tiempo que la copiaba. Me parecía sencilla, pues apenas preguntaban cuestiones similares a estas: “el sol sale por…..” “Y se oculta por….”
Mis respuestas eran claras: el sol sale por … la mañana, y se oculta por… la noche. Ese día enseñaron los puntos cardinales, pero como yo ya había respondido la tarea, no presté atención. No pregunten. Nunca sé dónde estoy parada, ni qué haría si me perdiera en el desierto.

Pero no, resulta que existe. La revista que manda el resort que tiene mi familia, reseña a Suazilandia como destino turístico. Claro, no hay 300 conjuntos turísticos en ese país, pero ellos ofrecen alojamiento, al menos, en una unidad hotelera.

Si viajara a Suazilandia, escribiría un libro como “Yo visité Ganímides” pero con el sugerente título de “Yo visité Suazilandia”. Sería un éxito.

En segundo grado, la maestra nos hacía copiar la tarea al comenzar el día. Su filosofía era extraña: temía que sonara el timbre de recreo o salida, y saliéramos del salón sin copiar la asignación, excusa que usaríamos al día siguiente para no presentar el trabajo. De manera que, ante la posibilidad de que se acabara el tiempo, prefería que se sacrificara la explicación.

Uno de esos días de ese segundo grado, copiaba yo la tarea en la mañana, cuando pensé que podría ahorrar tiempo respondiéndola al tiempo que la copiaba. Me parecía sencilla, pues apenas preguntaban cuestiones similares a estas: “el sol sale por…..” “Y se oculta por….”
