miércoles, octubre 29, 2003
Por qué no me gusta la auto-ayuda
No condeno a nadie por leer auto-ayuda, pero me molesta la evangelización constante de los que están entregados al New Age.
No me gusta la auto-ayuda. Empezando porque el nombre del género me sugiere que yo me voy a ayudar solita, que los facilitadores y escritores de libros sólo están allí por gusto, pero que no harán nada por mí. Entonces, ¿por qué pagarles?
Sí, porque ellos hablan de devolver al universo las gracias concedidas, de retornar a la comunidad, de compartir las herramientas para que todos podamos conectarnos con la energía superior… pero al final te cobran buen dinero por decirte que no pueden hacer nada por ti.
Y sí, algunos terapeutas hacen lo mismo, pero al menos tienen la decencia de personalizar el tratamiento… no generalizan y venden los mismos rituales para todo el mundo.
No me gusta tampoco que me achaquen la culpa de todo. Reconozco que es una responsabilidad personalísima aceptar lo que nos toca vivir, o tomar la decisión de asumir los obstáculos como retos y no como problemas…pero eso no significa que YO tenga la culpa de las tormentas tropicales, ni de la falta de empleo, ni del mal humor de mi mamá. No es mi culpa que racionen el agua, o que tenga que buscar varios trabajos para sobrevivir, o que no me gane la lotería. El azar no está en mis manos.
Mi abuelo (el padre de mi padre) era el hombre más sano del planeta. Se ejercitaba a menudo, comía la cantidad adecuada de fibra, se hacía chequeos médicos dos veces al año, no fumaba, no bebía. Un día vino a la ciudad para acompañar a su hija (no la llamo tía porque a esa parte de la familia nunca la conocí, yo también tengo mi pequeña novela familiar), pues le iban a practicar una biopsia. Aprovechó entonces para hacerse su chequeo en la capital, y cumplir con sus mandamientos de salud. Un mes más tarde lo velamos en la funeraria Vallés, después que el cáncer de páncreas que nació y se esparció en un mes, le quitó la vida. El pobre ni se enteró, nadie le quiso contar pues no había solución alguna.
¿Fue su culpa? ¿Alguien me puede decir por qué tendría yo que pensar que mi abuelo decidió morir?
La cosa es, sin más rodeos, que creo necesario poner las culpas en su lugar. Asumir responsabilidades que no son de uno es tan malo como eludir las que sí lo son.
No me niego a leer libros de auto-ayuda, a pesar de que no los compro, pues a veces me resultan entretenidos o simpáticos. No los compro, eso sí, porque sus ideas suelen pasar de moda y eso hace que, a la vuelta de unos años, pierdan su valor. Prefiero invertir en historietas o literatura.
De la auto-ayuda lo que no me gusta es lo que no me gusta de otros géneros en la vida: los fanáticos y las modas. No condeno a quien prefiere gastar su dinero en esos libros o en velas y esencias para rituales, cada quien tiene el derecho a gastar su dinero en lo que quiera. Lo que defiendo es mi derecho a no transitar los mismos caminos, ni a leer los mismos libros, ni a sentirme culpable de todo. Simple, ¿no?
No condeno a nadie por leer auto-ayuda, pero me molesta la evangelización constante de los que están entregados al New Age.

Sí, porque ellos hablan de devolver al universo las gracias concedidas, de retornar a la comunidad, de compartir las herramientas para que todos podamos conectarnos con la energía superior… pero al final te cobran buen dinero por decirte que no pueden hacer nada por ti.
Y sí, algunos terapeutas hacen lo mismo, pero al menos tienen la decencia de personalizar el tratamiento… no generalizan y venden los mismos rituales para todo el mundo.
No me gusta tampoco que me achaquen la culpa de todo. Reconozco que es una responsabilidad personalísima aceptar lo que nos toca vivir, o tomar la decisión de asumir los obstáculos como retos y no como problemas…pero eso no significa que YO tenga la culpa de las tormentas tropicales, ni de la falta de empleo, ni del mal humor de mi mamá. No es mi culpa que racionen el agua, o que tenga que buscar varios trabajos para sobrevivir, o que no me gane la lotería. El azar no está en mis manos.
Mi abuelo (el padre de mi padre) era el hombre más sano del planeta. Se ejercitaba a menudo, comía la cantidad adecuada de fibra, se hacía chequeos médicos dos veces al año, no fumaba, no bebía. Un día vino a la ciudad para acompañar a su hija (no la llamo tía porque a esa parte de la familia nunca la conocí, yo también tengo mi pequeña novela familiar), pues le iban a practicar una biopsia. Aprovechó entonces para hacerse su chequeo en la capital, y cumplir con sus mandamientos de salud. Un mes más tarde lo velamos en la funeraria Vallés, después que el cáncer de páncreas que nació y se esparció en un mes, le quitó la vida. El pobre ni se enteró, nadie le quiso contar pues no había solución alguna.
¿Fue su culpa? ¿Alguien me puede decir por qué tendría yo que pensar que mi abuelo decidió morir?
La cosa es, sin más rodeos, que creo necesario poner las culpas en su lugar. Asumir responsabilidades que no son de uno es tan malo como eludir las que sí lo son.
No me niego a leer libros de auto-ayuda, a pesar de que no los compro, pues a veces me resultan entretenidos o simpáticos. No los compro, eso sí, porque sus ideas suelen pasar de moda y eso hace que, a la vuelta de unos años, pierdan su valor. Prefiero invertir en historietas o literatura.
De la auto-ayuda lo que no me gusta es lo que no me gusta de otros géneros en la vida: los fanáticos y las modas. No condeno a quien prefiere gastar su dinero en esos libros o en velas y esencias para rituales, cada quien tiene el derecho a gastar su dinero en lo que quiera. Lo que defiendo es mi derecho a no transitar los mismos caminos, ni a leer los mismos libros, ni a sentirme culpable de todo. Simple, ¿no?