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viernes, octubre 24, 2003

Me encanta ir a los mercados libres. Cuando dejo la flojera a un lado y me entra la fiebre nuevamente, podrán verme entre tarantines con todo tipo de mercancía, buscando una rebaja razonable para especias y prendas de vestir.

Pero lo que me gusta no es lo barato, ni tampoco la frescura de los alimentos (que siempre me sorprende), sino la sencillez. Lástima que el país está tan violento y convulsionado, pero cuando tenía la oportunidad de ir a los mercados me llenaba de alegría ver a la gente hablando de tú a tú, la humildad con la cual se le puede decir al vendedor: eso está muy caro, no me alcanza la plata, ¿en cuánto me lo dejas?

Cuando era más chica, eso me crispaba los nervios. Odiaba que mi madre pidiera un descuento y se hiciera la víctima frente a los vendedores… pero hoy entiendo que es parte del juego, y en ocasiones muy especiales, lo practico (normalmente me da vergüenza).

Hoy mismo lo hice. El supermercado donde compro da un descuento especial el día anterior a tu cumpleaños y, además, por una cantidad determinada de compras, te otorgan puntos, para canjearlos por premios. Yo preferí no cambiarlos por las feas carteras que regalan, sino por más descuento. Total, que gasté menos de lo que he gastado en 1 año, comprando de todo.

Pues sí, una de las cuestiones de la edad es que uno va perdiendo la vergüenza…



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