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martes, octubre 14, 2003

Malas noticias (¿?)

Hace muchos años ya, la publicidad recurrió a las emociones para vender: niños que abrazan a sus padres, despedidas, lágrimas y cualquier cosa que pueda conmover a alguien medianamente sensible.

Hace años ya, los políticos recurrieron a la publicidad para ganarse la simpatía de sus electores. Empezaron por mostrar una fiereza increíble, jurando aplicarla en contra de la corrupción. Después enfilaron su ira en contra de sus rivales, de los partidos del pasado (aquellos que dejaron que la corrupción se enquistara en el sistema) y contra los flagelos de la sociedad moderna (la pobreza, el hambre, el hampa).

Cuando se dieron cuenta de que ese discurso tenía fecha de caducidad, apelaron al moderno sistema publicitario de las emociones. Aparecieron entonces frases inspiracionales, comunidades unidas llenándose de besos y abrazos, y poesía cursi. Claro, un cambio de discurso que no significa un cambio de intención, necesariamente.

La cosa es que ahora la tele se llena de mensajes pagados por partidos políticos donde aparecen niños en escuelas, listando las virtudes del país/circuito electoral al que va dirigida tal propaganda. Por supuesto, nada es improvisado: hay un guión estricto, muy bien pensado, que los niños tienen que memorizar sin equivocaciones, y actuar con sentimiento.

Casi todos cumplen “satisfactoriamente” su misión, pero siempre resalta el último niño, ese que ha sido reservado para el final por su excepcional capacidad histriónica. O sea, “el sobrectuado”. Luego de sus líneas, el político aparece para decir su slogan de campaña, esperando que al oírlo terminemos de botar la lágrima.

En mi caso, la lágrima sólo sale después de la carcajada. El sobreactuado me mata de la risa, porque habla como si recitara alguna oda o elegía.

Con ese mismo dejo de artificialidad, leo con la risa en los labios los mensajes de muchos visitantes a algunos blogs. Es divertido pues van regando mensajes genéricos, cargados de palabras acartonadas y, en un guiño casi torpe, dejan su URL bien a la vista para generar tráfico.

Ustedes que me visitan a diario (o cuando pueden, se agradece igual) se muestran más espontáneos y ligeros, saludando por gentileza o dejando un mensaje porque les provoca. Eso me gusta. La mala noticia es que, por sinceros, no saldrían nunca de últimos en la propaganda de un político. ¿Será de verdad una mala noticia?



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