jueves, octubre 02, 2003
Este sábado mi sobrino cumple 13 años. Ya está más alto que yo, pero sigue con esa carita linda que tenía el día que nació.
Ese 4 de octubre yo tenía que entregar un trabajo de geografía en el colegio, estaba a 20 días de cumplir 14 años, y sentí una emoción nerviosa al saber que el bebé ya estaba en camino. Falté a clases, pero antes de ir a la clínica, fui al cole a entregar el trabajo que me aceptaron sin reparos, emocionadas como estaban las profesoras de ver que la venida de un niño al mundo era una fiesta familiar.
Y así fue: toda la familia se reunió a esperar la llegada de Santiago. Mi tía tejía tan pronto como podía la mantita del bebé, pidiéndole a mi hermana que no dejara salir al niño hasta que la cobija estuviera lista. Nunca la vi tejer tan rápido.
Santiago fue un bebé tranquilo y simpático, además de ser realmente hermoso. Tenía las pestañas más largas del mundo, aunque su esfuerzo por tener esas pestañotas lo hizo nacer sin cejas (cosa que siempre me causó gracia… le crecieron un mes después). No lloraba, tan sólo pujaba un poco para llamar la atención. Y le encantaba, sobre todo, que le dijeran que era lindo, que lo cargaran y abrazaran, y que lo mimaran.
El 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, en Venezuela cae el “cordonazo de San Francisco” (a veces se adelanta, a veces se retrasa, pero siempre es por la misma época). Es una lluvia fuerte y castigadora, que a veces muestra su poder con electricidad y otros despliegues. Y ese día, el cordonazo fue fuerte… pero yo no lo recuerdo. Sólo me acuerdo de ese olor a recién nacido que, después de ese día en que vemos la luz, nunca más tenemos los humanos.
Ahora Santiago es grande y me da pena contarle estas cosas, pero no puedo dejar de pensar en ellas. Por eso las escribo.
Ese 4 de octubre yo tenía que entregar un trabajo de geografía en el colegio, estaba a 20 días de cumplir 14 años, y sentí una emoción nerviosa al saber que el bebé ya estaba en camino. Falté a clases, pero antes de ir a la clínica, fui al cole a entregar el trabajo que me aceptaron sin reparos, emocionadas como estaban las profesoras de ver que la venida de un niño al mundo era una fiesta familiar.
Y así fue: toda la familia se reunió a esperar la llegada de Santiago. Mi tía tejía tan pronto como podía la mantita del bebé, pidiéndole a mi hermana que no dejara salir al niño hasta que la cobija estuviera lista. Nunca la vi tejer tan rápido.
Santiago fue un bebé tranquilo y simpático, además de ser realmente hermoso. Tenía las pestañas más largas del mundo, aunque su esfuerzo por tener esas pestañotas lo hizo nacer sin cejas (cosa que siempre me causó gracia… le crecieron un mes después). No lloraba, tan sólo pujaba un poco para llamar la atención. Y le encantaba, sobre todo, que le dijeran que era lindo, que lo cargaran y abrazaran, y que lo mimaran.
El 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, en Venezuela cae el “cordonazo de San Francisco” (a veces se adelanta, a veces se retrasa, pero siempre es por la misma época). Es una lluvia fuerte y castigadora, que a veces muestra su poder con electricidad y otros despliegues. Y ese día, el cordonazo fue fuerte… pero yo no lo recuerdo. Sólo me acuerdo de ese olor a recién nacido que, después de ese día en que vemos la luz, nunca más tenemos los humanos.
Ahora Santiago es grande y me da pena contarle estas cosas, pero no puedo dejar de pensar en ellas. Por eso las escribo.