miércoles, septiembre 03, 2003
Mobbing
Hace un par de noches, en medio de una mini-crisis de insomnio, observaba un programa español en el que trataban el tema del mobbing. El invitado ya había pasado por terapia y, gracias a Dios, estaba recuperado. Había entendido que el abstracto término “mobbing” lo había alcanzado a él: que había sido víctima de acoso laboral.
El médico lo había obligado a tomar una baja laboral por depresión, y ya en terapia, este pobre hombre entendió que no había sido su culpa, y aprendió (después de mucho tiempo) a poner las culpas en su lugar.
El mobbing no es juego, no es algo que pueda tomarse a la ligera. Deja marcas terribles en el alma, las cicatrices son profundas y las heridas, en muchos casos, tardan en sanar (algunas no se cierran nunca por completo). El acoso laboral es tan o más peligroso que el acoso sexual, entre otras cosas, porque es más difícil de probar.
Yo escuché el testimonio y empecé a llorar. Yo he sido víctima del mobbing. De eso ya hace años, y ahora soy feliz, pero no deja de latir esa herida.
Sólo en España, 2 millones 300 mil personas aprox. son acosadas en su trabajo anualmente. En Venezuela no hay cifras porque ese mal no se reconoce como tal, de hecho, la legislación no lo castiga, pero la realidad es que existen muchos casos y la lista crece a pasos agigantados debido a razones políticas.
“Cuando un superior se dirige a ti en forma hostil y poco ética, de manera sistemática, tratando de humillarte o disminuir tus logros en público, estamos hablando de mobbing o acoso psicológico en el lugar de trabajo.”
Una mierda, definitivamente. Lo malo del mobbing no es sólo que te puede dejar sin trabajo. Lo malo, en verdad, es que te genera miedo, te baja la autoestima y te va borrando, poco a poco, de tu ámbito social.
Si estás siendo víctima del mobbing empiezas por pensar que estás teniendo mala suerte, luego piensas que algo estás haciendo mal, hasta que, un día, descubres que tú no eres el culpable. Normalmente cuando llega ese momento, es demasiado tarde. Para ese instante ya has vivido tantas situaciones nefastas que tus propios familiares te recomiendan que cambies tu actitud, convencidos de que es tu culpa, que algo malo debes estar haciendo, “baja un poco la cabeza, que hay que hacerle la Corte a los jefes”. Tus compañeros también piensan que eres mal trabajador, que algo malo debes estar haciendo para ganarte ese trato y que, seas culpable o no, mejor se alejan de ti para que no les salpique tu mala suerte. ¿Resultado? Tú mismo terminas por pensar que eres mal trabajador, flojo, mal preparado, torpe, lento, malintencionado.
El acosador puede escoger su blanco al azar o especialmente, puede hacerlo por una razón específica o general, personal o profesional. O sea, el acosador tiene un enfermo mundo en la cabeza, y la gama de mundos enfermos es tan variada, que resulta imposible reconocerlos. Puede que te esté acosando para que decidas irte y dejar una vacante donde pueda meter a un familiar o amigo, puede que te acose porque tenga miedo que (por tus habilidades) lo opaques profesionalmente o puede que, sencillamente, esta persona tenga una necesidad de demostrar su posición de poder, humillando a un subordinado. ¿Cómo saberlo?
El hecho es que es un proceso duro. Nadie te cree. Todo el mundo piensa que te ahogas en un vaso de agua. Da vergüenza. Y muchas veces es mala suerte gratuita.
El problema es que uno no quiere renunciar porque siente que irse es darle la razón al acosador, y tras de ti quedará la versión oficial de que “algo malo estabas haciendo”, pero a veces, aunque me cueste decirlo, es lo mejor. Que digan lo que quieran. Más vale que un grupito de gente piense algo equivocado de ti, a que te deprimas o te vuelvas loco. Nadie debe permanecer en un ambiente tóxico por orgullo.
Lo jodido es que hoy en Venezuela el mobbing ahuyenta el talento. Los jóvenes salen del país huyendo del acoso laboral que viene de presiones políticas, o del maltrato al que se ven sometidos en los trabajos no políticos, donde los jefes abusan de su poder para humillar, a sabiendas de que no sobran los trabajos y la gente tiene que aguantarse lo que sea.
Somos pocos los que tenemos suerte en el trabajo, pero como la suerte es efímera, apenas esa situación cambie y me encuentre frente al mobbing otra vez, no le daré la oportunidad de hacerme daño. Me encantaría que la ley me amparara, pero como no es así, lo importante es saber que, a pesar de la plata, nadie me paga mi salud mental.
Hace un par de noches, en medio de una mini-crisis de insomnio, observaba un programa español en el que trataban el tema del mobbing. El invitado ya había pasado por terapia y, gracias a Dios, estaba recuperado. Había entendido que el abstracto término “mobbing” lo había alcanzado a él: que había sido víctima de acoso laboral.
El médico lo había obligado a tomar una baja laboral por depresión, y ya en terapia, este pobre hombre entendió que no había sido su culpa, y aprendió (después de mucho tiempo) a poner las culpas en su lugar.
El mobbing no es juego, no es algo que pueda tomarse a la ligera. Deja marcas terribles en el alma, las cicatrices son profundas y las heridas, en muchos casos, tardan en sanar (algunas no se cierran nunca por completo). El acoso laboral es tan o más peligroso que el acoso sexual, entre otras cosas, porque es más difícil de probar.
Yo escuché el testimonio y empecé a llorar. Yo he sido víctima del mobbing. De eso ya hace años, y ahora soy feliz, pero no deja de latir esa herida.
Sólo en España, 2 millones 300 mil personas aprox. son acosadas en su trabajo anualmente. En Venezuela no hay cifras porque ese mal no se reconoce como tal, de hecho, la legislación no lo castiga, pero la realidad es que existen muchos casos y la lista crece a pasos agigantados debido a razones políticas.
“Cuando un superior se dirige a ti en forma hostil y poco ética, de manera sistemática, tratando de humillarte o disminuir tus logros en público, estamos hablando de mobbing o acoso psicológico en el lugar de trabajo.”
Una mierda, definitivamente. Lo malo del mobbing no es sólo que te puede dejar sin trabajo. Lo malo, en verdad, es que te genera miedo, te baja la autoestima y te va borrando, poco a poco, de tu ámbito social.
Si estás siendo víctima del mobbing empiezas por pensar que estás teniendo mala suerte, luego piensas que algo estás haciendo mal, hasta que, un día, descubres que tú no eres el culpable. Normalmente cuando llega ese momento, es demasiado tarde. Para ese instante ya has vivido tantas situaciones nefastas que tus propios familiares te recomiendan que cambies tu actitud, convencidos de que es tu culpa, que algo malo debes estar haciendo, “baja un poco la cabeza, que hay que hacerle la Corte a los jefes”. Tus compañeros también piensan que eres mal trabajador, que algo malo debes estar haciendo para ganarte ese trato y que, seas culpable o no, mejor se alejan de ti para que no les salpique tu mala suerte. ¿Resultado? Tú mismo terminas por pensar que eres mal trabajador, flojo, mal preparado, torpe, lento, malintencionado.
El acosador puede escoger su blanco al azar o especialmente, puede hacerlo por una razón específica o general, personal o profesional. O sea, el acosador tiene un enfermo mundo en la cabeza, y la gama de mundos enfermos es tan variada, que resulta imposible reconocerlos. Puede que te esté acosando para que decidas irte y dejar una vacante donde pueda meter a un familiar o amigo, puede que te acose porque tenga miedo que (por tus habilidades) lo opaques profesionalmente o puede que, sencillamente, esta persona tenga una necesidad de demostrar su posición de poder, humillando a un subordinado. ¿Cómo saberlo?
El hecho es que es un proceso duro. Nadie te cree. Todo el mundo piensa que te ahogas en un vaso de agua. Da vergüenza. Y muchas veces es mala suerte gratuita.
El problema es que uno no quiere renunciar porque siente que irse es darle la razón al acosador, y tras de ti quedará la versión oficial de que “algo malo estabas haciendo”, pero a veces, aunque me cueste decirlo, es lo mejor. Que digan lo que quieran. Más vale que un grupito de gente piense algo equivocado de ti, a que te deprimas o te vuelvas loco. Nadie debe permanecer en un ambiente tóxico por orgullo.
Lo jodido es que hoy en Venezuela el mobbing ahuyenta el talento. Los jóvenes salen del país huyendo del acoso laboral que viene de presiones políticas, o del maltrato al que se ven sometidos en los trabajos no políticos, donde los jefes abusan de su poder para humillar, a sabiendas de que no sobran los trabajos y la gente tiene que aguantarse lo que sea.
Somos pocos los que tenemos suerte en el trabajo, pero como la suerte es efímera, apenas esa situación cambie y me encuentre frente al mobbing otra vez, no le daré la oportunidad de hacerme daño. Me encantaría que la ley me amparara, pero como no es así, lo importante es saber que, a pesar de la plata, nadie me paga mi salud mental.