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viernes, septiembre 19, 2003

A la luz del sol

Esta mañana vino un mensajero a entregarme una encomienda. Bajé tal como estaba vestida pues, como lo esperaba, no estaba en pijamas.

La falta de costumbre en eso de salir de día me hizo llevarme varias sorpresas:

1. No tenía las piernas tan bien afeitadas como había pensado.

2. El vestido, a la luz del día, es más corto de lo que se ve en casa.

3. Debo tomar más sol en las piernas o me confundirán con la novia de Drácula.

A todo lo anterior sólo puedo decir: qué vergüenza. En la tenue luz de mi hogar los vellos y la palidez se disimulan muy bien, y la mini falda tampoco se nota mucho (bueno, para alguien que siempre está en pijamas o en bata corta (de esa que al agacharse muestra la ropa interior, como en un anime) un vestido corto es casi una toga).

Pasar tanto tiempo en casa es un arma de doble filo.



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