martes, septiembre 16, 2003
Coqueta
A veces pienso que no vale la pena ser coqueta, que eso da mucho trabajo y que, sinceramente, la gente no se da cuenta de esas cosas.
Pero hay pocas cosas como arreglarse para uno. Tener esos reflejos de coquetería que cambian la cara, desde maquillarse hasta ponerse la ropa más divina que uno encuentre en el closet, son cosas que pueden levantar el ánimo.
Quizá por eso hoy soy más coqueta de lo que nunca antes fui. Antes pensaba que era injusto vestirse para otros, peinarse para otros y hasta mantener la figura para que fueran otros los que, al verte, empezaran su contemplación, su crítica y su juicio. Sobre todo porque la gente es duro, cruel y hasta malagradecida. Odiaba eso de sentirme en un concurso, pendiente todo el tiempo del maquillaje, y de la ropa, esperando a ser alabada por alguien como premio a mi esfuerzo.
Así pues, mi prioridad era estar cómoda, si acaso feliz con los colores que vestía, pero nunca coqueta.
Pero desde hace un tiempo he descubierto el hermoso placer de la coquetería para mí. Me encanta cuando, después de un rato frente al espejo, con esponjas y pinceles, logro verme bonita para mí. Y eso me hace feliz. Al final no sé si estoy feliz por verme bonita o si me veo bonita porque estoy feliz, pero no me importa.

Pero hay pocas cosas como arreglarse para uno. Tener esos reflejos de coquetería que cambian la cara, desde maquillarse hasta ponerse la ropa más divina que uno encuentre en el closet, son cosas que pueden levantar el ánimo.
Quizá por eso hoy soy más coqueta de lo que nunca antes fui. Antes pensaba que era injusto vestirse para otros, peinarse para otros y hasta mantener la figura para que fueran otros los que, al verte, empezaran su contemplación, su crítica y su juicio. Sobre todo porque la gente es duro, cruel y hasta malagradecida. Odiaba eso de sentirme en un concurso, pendiente todo el tiempo del maquillaje, y de la ropa, esperando a ser alabada por alguien como premio a mi esfuerzo.
Así pues, mi prioridad era estar cómoda, si acaso feliz con los colores que vestía, pero nunca coqueta.
Pero desde hace un tiempo he descubierto el hermoso placer de la coquetería para mí. Me encanta cuando, después de un rato frente al espejo, con esponjas y pinceles, logro verme bonita para mí. Y eso me hace feliz. Al final no sé si estoy feliz por verme bonita o si me veo bonita porque estoy feliz, pero no me importa.