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lunes, septiembre 29, 2003

Comer no es social

No pocas veces me siento extraña en el mundo. Y no es que tenga una actitud contestataria, ni que sea una militante de algún partido político en especial, o miembro de una secta (satánica o no). No. Se trata, sencillamente, de sensibilidad ante ciertos factores.

Me afectan, especialmente, los rigores de la sociedad que, en su afán por mantener un status y un probado poder, se olvida de evolucionar y nos sigue aplicando normas absurdas que ya deberían ser caducas. Y ojo: no hablo de la dominación del mundo, Pinky: hablo de los modales, de los usos y costumbres, de las pequeñas normas de convivencia a través de las cuales nos relacionamos con los otros.

Por ejemplo, me parece sumamente espeluznante la costumbre de comer en grupo. Y no me refiero a comer en familia o con los amigos, hablo de las comidas para socializar.

Salir a comer con desconocidos siempre es un riesgo. A mí me crispa ver a la gente goteando salsa, o sorbiendo la sopa sonoramente, o agarrando la cuchara como si fuera una pala.

Entiendo que, por lo menos en los trabajos, uno trata de establecer relaciones con los compañeros y las horas de almuerzo son de las pocas que se tienen para hacerlo, pero nadie puede negar que es un riesgo.

En el caso de las citas, me resulta útil la prueba de la comida ya que, de una vez vas examinando los modales del candidato y lo vas anotando en tu lista de pros y contras. Pero no puedo negar que el romance puede venirse a pique si tu pareja te habla con la boca llena…aunque te diga palabras de amor.

He visto escenas dantescas en los restaurantes más finos de Caracas. He visto chicas con la boca pequeñita tratando de engullir por entero un roll, y luchando por mantener la elegancia en una sesión de sushi. No olvido las cómicas situaciones donde los niños bien de la ciudad se manchan hasta las medias comiendo costillitas BBQ. Y qué decir de la comida rápida, que tan propensa está a darnos horas de diversión al mostrar los más oscuros modales de los comensales.

Una amiga de mi hermana contaba que su tía era una de esas viejas dignas y elegantes venidas a menos que, a pesar de la pobreza, quería mantener el status y destacarse como toda una dama en la mesa. Al cumplir los 10 años, esta amiga tuvo que pasar “la prueba” de su tía: una comida entera llena de platos difíciles de comer. Desde scargots hasta alcachofas, postres que retaban toda lógica y sorbetes de limón entre platos para limpiar el paladar, y la pobre niña de 10 años temblaba pensando en sus codos, en los cubiertos, en el uso de la servilleta, y en el hambre que tenía.

Y me resulta curiosa la anécdota, pero más que nada, me resulta lógica: la señora había disfrutado de la gloria de tiempos mejores y, en aquellas circunstancias, comer con elegancia era un “must”.

Hoy en día son pocas las personas que sirven de almuerzos caracoles, o que separan sus platos con sorbetes de limón o guanábana, o que usan entera su vajilla búlgara de 160 piezas en una sola comida. De manera tal que pocas son las personas que han sido entrenadas para esto. Así, podemos suponer que hay millones de desviaciones de la etiqueta, puesto que ha caído en un estrepitoso desuso como consecuencia del no menos estrepitoso desastre económico en el que ha caído el mundo, con todo y sus horrendas consecuencias sociales.

Esto, es otras palabras, nos muestra varias razones por las cuales la gente pudiera comer mal:

1. No tienen la costumbre de comer. Y no es por falta de hambre, es por falta de alimentos. Cada día hay menos gente en el mundo que tiene los medios para procurarse el sustento y, dada la falta de costumbre, no saben cómo comer.


2. Llegó la tv: desde la llegada de la televisión, muchas fueran las familias que abandonaron el comedor de la casa para hacer desayunos, almuerzos y cenas frente a la caja boba. No sólo se pierden los buenos modales sino también la comunicación en la familia y, por ende, también genera otros problemas a largo plazo.


3. Sus padres no los enseñaron a comer: ya sea porque fueron criadas por la “servidumbre” (Qué oligarca me siento al escribir esto), o porque los padres las dejaban solas, hay personas que aprendieron los hábitos de otra gente distinta a papá y mamá. Conozco casos de gente muy refinada que siempre comió en la cocina, con la nana, y que hoy en día come pollo de una manera atroz.


4. Sus padres tampoco sabían de etiqueta. No hay por qué culparlos, puede pasar. Hay gente que viene de un pasado de miseria y que no tuvo la fortuna de recibir una educación un poco más pulida.


5. Muchos etcéteras.

Como este post se está alargando mucho, quisiera resumir: no me gusta comer con desconocidos. Me pone nerviosa que coman peor que yo, y más nerviosa me pone que coman mejor que yo (sé lo horrible que es comer con un troglodita, y odio ser la que represente ese rol).

La mayoría de mis amigos tiene una educación similar a la mía y sus modales son bastante parecidos, así que en la mayoría de los casos disfruto comiendo con ellos. Igual pasa en familia (con casi todas las ramas de mi familia, aunque hay deshonrosas excepciones, debo reconocer). Pero ese asunto de intimar de golpe y porrazo con alguien de cuya educación casera sé poco o dudo bastante, me causa estrés.

Lo curioso es que siempre he sentido esto, no es alguna manía que he desarrollado con los años. Y he descubierto que hay gente a la que también le pasa, no soy la única. Según una amiga anoréxica, esto responde a cierta represión y sentimiento de gordura, parece que ver la comida como algo íntimo no es natural y es síntoma de que soy una anoréxica potencial. No lo he discutido a fondo con ella, no quiero hacerle sentir que desperdició el dinero con un terapeuta neurótico, pero sigo sintiendo que hay cosas íntimas que, a pesar de los naturales, no pueden servir como excusa para socializar. O sea, es natural orinar y defecar, pero nunca hará una fiesta para que todos lo hiciéramos en grupo. Ni siquiera mi esposo pudiera culparme si cierro la puerta del baño porque, a pesar de la confianza y de que es un acto natural, es íntimo.

Comer, para mí, es más o menos así. Bocas abiertas mostrando el bolo alimenticio, manos sucias, peleas con la carne, cubiertos mal agarrados, alimentos tomados incorrectamente (entiendan: no todo puede agarrarse con la mano, y menos si la tienes sucia) y asuntos similares, sólo deberían mostrarse a tus seres más queridos y cercanos… sólo ellos pueden compartir esos modales, o entenderlos, o hasta, piadosamente, perdonarlos.



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