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miércoles, agosto 20, 2003

Prohibido olvidar

No sé cuántas veces he recordado los hechos, pero tengo miedo de que se confundan en mi memoria. Ese 9 de abril se había convocado un gran paro general, como medida de presión para exigir la renuncia del presidente.

Dos días de paralización, liderada por los trabajadores del petróleo (la industria más importante del país) encendieron el ánimo de un pueblo que se cansó de ser maltratado por el peor gobierno que hubiese sufrido Venezuela. Por eso, ese 11 de abril de 2 días de mi matrimonio, la gente que pernoctó en las calles se enrumbó hacia el Palacio de Gobierno, dispuesta a todo con tal de sacar al presidente del cargo. El pueblo, ese pueblo soberano que debería ser el que mandase.

Pero una burla cruel, una estratagema oficial urdida por los secuaces del presidente (según cuentan, el muy cobarde temblaba y no podía pensar con claridad, por lo que tuvo que delegar la masacre a sus brazos ejecutores), emboscó a mujeres, hombres, niños y ancianos, enfrentando pueblo pagado contra pueblo soberano, y dejando un lamentable saldo fatal y muchos heridos. A pesar de todo, un golpe de timón en el que participó la Fuerza Armada Nacional, sacó al presidente de su silla quien, muerto del miedo, decidió firmar una renuncia que hasta el sol de hoy NADIE ha visto. ¿Cómo se les escapó ese detalle? ¿Por qué, siendo hombres de armas, no obligaron a su obejtivo militar?

Luego de una cacería de brujas que buscaba eliminar a los militares contrarios al gobierno, un grupo de militares, en octubre de ese año, toma una plaza pública y se declara en "desobediencia legítima", es decir, "no acatamos órdenes del gobierno por considerarlo inmoral, apegándonos al derecho que nos otorga la Constitución".

Nuevamente las calles se llenaron de algarabía, marchas, pitos, cacerolazos, bailantas y banderas, pero nada pasó. La gente, el soberano, exigía un nuevo paro general, esta vez DEFINITIVO. Pero tuvieron que esperar hasta diciembre de 2002, cuando las centrales de empresarios y obreros convocaron un paro general e indefinido. La fecha no prometía mucho, los venezolanos estaban hartos de tanto maltrato como para también sacrificar su Navidad. Pero el gobierno, torpe y violento, mandó a la Guardia Nacional a atacar a manifestantes y periodistas. eso enardeció a la masa y el paro continuó durante más de 10 días. Una barbaridad para cualquier gobierno democrático, cualquier a pensaría que eso sería suficiente para que un mandatario renunciara...pero no este.

Las principales fábricas de alimentos cerraron, y fueron violadas por militares, en acciones ilegales pero muy violentas. Un loco arremetió contra la masa manifestante en la plaza, dejando muertos y heridos. El pueblo arreció en su lucha, tomó y cerró las calles, gritó, pataleó y rezó... pero al final, no se logró el objetivo planteado. Tuvimos que celebrar la navidad en secreto, tratando de no ser catalogados de traidores por darles a los niños un Niño Jesús digno.

Se habló entonces de un referéndum consultivo, para preguntarle al pueblo si quería pedirle al presidente la renuncia. Obviamente era un truco legal para disfrazar un referéndum revocatorio antes de tiempo. Se convocó para el 2 de febrero. Estaba todo listo. Pero otra trampa gubernamental desarticuló el organismo encargado de llevar a cabo el proceso comicial, y sólo pudimos llenarnos nuevamente de rabia. A pesar del dolor, el pueblo recogió firmas, firmas de venezolanos mayores de edad y en capacidad de votar, para exigir un referéndum revocatorio (y no consultivo como el que se suspendió) y sacar democráticamente al presidente...pero había que esperar a que hubiese transcurrido la mitad del mandato, hecho que ocurriría en agosto de 2003.

Y aquí estamos, un 20 de agosto, defendiendo nuestras frimas y pitando, gritando, ondeando la bandera y anunciando que esta vez no hay marcha atrás, ni un sólo paso, de ahora en adelante caminamos hacia el proceso democrático que sacará del poder a ese insensato que nos gobierna.

Buen resumen, aunque desprovisto de detalles. No quiero recordar las horas de angustia, los tiros en la calle donde vivo, las agresiones, las caras de nuestros muertos... pero aunque no lo diga, es parte de esta historia, y auqnue no lo quiera, está prohibido olvidar.

Si hay algo a lo que le temo es a las masas. Ojalá todas fueran maleables y nobles como la del pan. Pero no, la energía que se concentra entre multitudes me amedrenta, me estremece, me conmueve. Por eso, en una noche como esta, siento miedo. Sí, rezo porque todo salga bien esta vez, pero no dejo de recordar lo que pasó antes. Temo más emboscadas, temo el efecto de tanta adrenalina, temo que un error pueda costarle la vida a más hermanos. Pero sea hoy o dentro de un mes, algo tiene que pasar. No podemos seguir marchando, ni seguir sufriendo el desabastecimiento. No podemos seguir viendo cómo se llenan nuestras calles de jóvenes que deben mendigar para sobrevivir, porque no hay empleo. Ya no podemos seguir escondiéndonos de nuestros vecinos por el temor a que sean espías. No podemos seguir teniendo pesadillas con la libreta de racionamiento. No se puede más. Y sabemos que el costo será alto, pero a estas alturas no podemos dar ni un paso atrás. Nos jugamos nuestra libertad, nuestro gentilicio, nuestra idiosincracia. Nos jugamos la Patria. Dios nos agarre confesados.


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