jueves, agosto 21, 2003
El sueño
He notado cómo últimamente estoy haciendo títulos más sosos... no hay artículo, cuento o post que se vea beneficiado con algún nombre bueno.
Creo que mi falta de creatividad se debe a que la gasto toda en sueños. Anoche, por ejemplo, soñé que pertenecía a un grupo experimental que tenía una misión secreta. Descubrimos que había un infiltrado, y llegamos a pensar que el espía era el profesor que nos comandaba. Le pusimos una trampa, pero el tipo no cayó porque, sorpresivamente, era inocente.
La culpable del espionaje era su asistente, una profesora genio, con moño alto, cabello rojo y lentes. Todo muy cliché.
Una vez aclarado el asunto, fui invitada a unirme al grupo de investigación universitario como profesora (supongo que llenando la vacante de la espía) y, secretamente, guiando a más jóvenes genios como yo (sí, porque resulta que, de alguna manera yo era genio).
Uno de los primeros proyectos en los que trabajaríamos era la investigación de las técnicas de cepillado promedio. Para ello, me ofrecí como voluntaria, por lo que me fue implantada una cámara microscópica dentro de la boca. Mientras leía los nombres de los responsables de la investigación, me cepillaba de manera espectacular (como nunca me he cepillado en mi vida) y, finalizado el procedimiento, escupí con gracia en el lavamanos.
Sobra decir que en realidad estaba escupiendo mi almohada, embargando de auténtico olor a baba toda la habitación, mi cara, la funda y mi pijama.
Después de esto, obviamente, mi imaginación estaba en cero. Dormida soy más creativa, ¿no?
He notado cómo últimamente estoy haciendo títulos más sosos... no hay artículo, cuento o post que se vea beneficiado con algún nombre bueno.
Creo que mi falta de creatividad se debe a que la gasto toda en sueños. Anoche, por ejemplo, soñé que pertenecía a un grupo experimental que tenía una misión secreta. Descubrimos que había un infiltrado, y llegamos a pensar que el espía era el profesor que nos comandaba. Le pusimos una trampa, pero el tipo no cayó porque, sorpresivamente, era inocente.
La culpable del espionaje era su asistente, una profesora genio, con moño alto, cabello rojo y lentes. Todo muy cliché.
Una vez aclarado el asunto, fui invitada a unirme al grupo de investigación universitario como profesora (supongo que llenando la vacante de la espía) y, secretamente, guiando a más jóvenes genios como yo (sí, porque resulta que, de alguna manera yo era genio).
Uno de los primeros proyectos en los que trabajaríamos era la investigación de las técnicas de cepillado promedio. Para ello, me ofrecí como voluntaria, por lo que me fue implantada una cámara microscópica dentro de la boca. Mientras leía los nombres de los responsables de la investigación, me cepillaba de manera espectacular (como nunca me he cepillado en mi vida) y, finalizado el procedimiento, escupí con gracia en el lavamanos.
Sobra decir que en realidad estaba escupiendo mi almohada, embargando de auténtico olor a baba toda la habitación, mi cara, la funda y mi pijama.
Después de esto, obviamente, mi imaginación estaba en cero. Dormida soy más creativa, ¿no?