sábado, agosto 23, 2003
Asocerro
Hace muchos años, un programa cómico venezolano tenía un sketch titulado "Asocerro". Consistía en una reunión de un barrio pobre, algo así como la Junta de Condominio de un cerro.
Una de las cosas meas divertidas era que, a diferencia de una Junta de Condominio normal, aquí había que llevar su propia silla.
En general, el humor lo ponían las discusiones de los graciosos y peculiares personajes, el alboroto que se armaba cuando hablaban todos al mismo tiempo y las referencias a los problemas de actualidad del país.
Igualitas son las reuniones de condominio del edificio donde vivo. Apenas 19 apartamentos y sólo asistimos 8 personas, cada uno bajando su propia silla, y toditos hablando al mismo tiempo. Nos reunimos en la entrada del edificio, en Planta Baja, porque no hay otro sitio ya que no tenemos saón de fuestas. Al parecer, en la época de bonanza en la que se construyó esta residencia, la gente hacía fiestas únicamente en casas de festejos. Eso de celebrar en casa era de pobres...
El tema de hoy: la seguridad. Parece que se quiere reforzar el inexistente sistema de seguridad para tratar de frenar el hampa, pero la cosa es que quieren un sistema bueno, bonito, barato y, sobre todo, invisible. Nadie quiere algo demasiado evidente, ni sentirse atrapado, ni impedir la entrada de la gente, ni gastar dinero, ni tardar demasiado. Proponen desde cercas electrificadas hasta muros de piedra de 10 metros de alto.
Lo divertido es que quien propone cercar el edificio es el dueño del apartamento de la Planta Baja, lugar por el cual entran los ladrones. Es decir: entre todos pagaríamos la seguridad de su apartamento.
A él le parecía muy lógica la propuesta, además de barata (tendríamos que pagar lo mismo todos, a pesar de que los deptos son de distintos tamaños). Casi nos convence. Pero, al igual que en Asocerro, todo se diluyó entre anécdotas y chistes, gritos y recetas de cocina, y el pobre se quedó solito en el PB, preguntando: entonces, ¿ponemos el cerco eléctrico?
Nadie le hizo caso, ocupados todos en subir nuestras sillas de regreso a nuestro hogar. Un par de horas perdidas en comunidad y cada quien de regreso a su casa. Y después hay quien duda que la vida real supera a la ficción...
Hace muchos años, un programa cómico venezolano tenía un sketch titulado "Asocerro". Consistía en una reunión de un barrio pobre, algo así como la Junta de Condominio de un cerro.
Una de las cosas meas divertidas era que, a diferencia de una Junta de Condominio normal, aquí había que llevar su propia silla.
En general, el humor lo ponían las discusiones de los graciosos y peculiares personajes, el alboroto que se armaba cuando hablaban todos al mismo tiempo y las referencias a los problemas de actualidad del país.
Igualitas son las reuniones de condominio del edificio donde vivo. Apenas 19 apartamentos y sólo asistimos 8 personas, cada uno bajando su propia silla, y toditos hablando al mismo tiempo. Nos reunimos en la entrada del edificio, en Planta Baja, porque no hay otro sitio ya que no tenemos saón de fuestas. Al parecer, en la época de bonanza en la que se construyó esta residencia, la gente hacía fiestas únicamente en casas de festejos. Eso de celebrar en casa era de pobres...
El tema de hoy: la seguridad. Parece que se quiere reforzar el inexistente sistema de seguridad para tratar de frenar el hampa, pero la cosa es que quieren un sistema bueno, bonito, barato y, sobre todo, invisible. Nadie quiere algo demasiado evidente, ni sentirse atrapado, ni impedir la entrada de la gente, ni gastar dinero, ni tardar demasiado. Proponen desde cercas electrificadas hasta muros de piedra de 10 metros de alto.
Lo divertido es que quien propone cercar el edificio es el dueño del apartamento de la Planta Baja, lugar por el cual entran los ladrones. Es decir: entre todos pagaríamos la seguridad de su apartamento.
A él le parecía muy lógica la propuesta, además de barata (tendríamos que pagar lo mismo todos, a pesar de que los deptos son de distintos tamaños). Casi nos convence. Pero, al igual que en Asocerro, todo se diluyó entre anécdotas y chistes, gritos y recetas de cocina, y el pobre se quedó solito en el PB, preguntando: entonces, ¿ponemos el cerco eléctrico?
Nadie le hizo caso, ocupados todos en subir nuestras sillas de regreso a nuestro hogar. Un par de horas perdidas en comunidad y cada quien de regreso a su casa. Y después hay quien duda que la vida real supera a la ficción...