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martes, julio 08, 2003

Los admiro

He tenido dos días de mucho movimiento. Tanto ayer como hoy he tenido que salir temprano de mi casa y regresar tarde, cosa a la que no estoy acostumbrada para nada.

Me puse a pensar que hay millones de personas que todos los días tiene que seguir una rutina como esta, levantándose al despuntar el alba, para salir a trabajar hasta el ocaso. Dicho así suena poético, pero debido a mi reciente experiencia puedo afirmar que no lo es.

Ya se me había olvidado cómo era esto de trabajar en la calle. ¡Es horrible! Ponerse la ropa como a las 6:30 de la mañana es una ruleta rusa, pues quizá te vistes abrigadit@ porque a esa hora hace frío, pero a media mañana descubres que el sol se puso las pilas y anda calentando el aire, por lo que tú (vestido como un oso polar) te asas bajo capas de lana y jean. También pasa al contrario, como me pasó esta mañana, cuando me vestí ligera y pasé todo el día tullida del frío.

Lo peor no es eso: ¿¿¿cómo cuernos hacen las mujeres para trabajar todo el día en la calle y no llegar a su casa hechas un marciano??? Yo medio me maquillé temprano en la mañana, pero a media tarde ya estaba toda pegostosa, a pesar de haberme lavado la cara varias veces y haber remaquillado desde el principio. Pero nada, terminé siendo una bolita de grasa de colores chorreados, sudado y exhausta.

Y eso sin contar que la primera noche tuve que ir a clases y, aprovechando la cercanía de donde estaba, decidí viajar en transporte público. Tenía muchos años sin hacerlo, pero las mañas aprendidas años antes me permitieron cazar un asiento y hacer el recorrido sentada. Aun así, una mierda: las calles están hechas papilla, el microbús se estremecía como si tuviera epilepsia y la gente saltaba adentro, golpeándolo a uno con sus bolsas. Me acordé del Toro. Los olores diversos eran fuente de inspiración para mil pensamientos, desde la muchacha con el perfume bonito hasta el tipo que olía como si se hubiera echado jabón y no se lo hubiera sacado con agua. Era todo muy raro. De hecho, me puse a pensar en vainas filosóficas de lo absurdo que encontraba el escenario.

Lo dicho: admiro a todos los que salen a diario a trabajar. Yo necesito entrenamiento antes de volver a esa vida…



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