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viernes, julio 25, 2003

Emociones

Hay momentos llenos de emoción en la vida: graduarse, el nacimiento de un bebé, el descubrimiento de un tesoro, el primer beso (no sólo el primero en la vida, sino también el primero con una persona en especial), un matrimonio, un ascenso laboral...

No todos sienten emoción ante las mismas cosas, y sé que más bien les dan un poco de fastidio. Conozco gente (y en ocasiones yo misma soy una de esas personas) que sienten poco menos que náuseas ante un matrimonio, o se aburren hasta el cansancio en una graduación. De hecho, en este momento debe haber decenas de niños naciendo y a mí no me importa porque no los conozco, ni conozco a sus padres, ni sé que eso está pasando.

La cosa es, y disculpen lo personal, que hoy me enteré que el matrimonio civil de un amigo es el lunes. Extrañamente mi reacción no fue la típica "¿¿¿QUEEE??? ¿Por qué nos lo recordó tan tarde? Y ahora, ¿qué me pongo?". No. Me emocioné, y mucho. Hasta sentí nervios, como si fuera yo la que estuviera a punto de casarse. Es, definitivamente, una de las mejores sensaciones del mundo.

A veces siento, incluso, que la emoción de que esos sucesos le ocurran a alguien querido, se disfruta más que cuando le pasan a uno, pues muchas veces estamos tan nerviosos ante un acontecimiento personal que lloramos, pataleamos, vomitamos o nos comemos las uñas, y no podemos aprovechar la alegría.

Hoy me siento feliz.



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