sábado, julio 05, 2003
Comunidad
Vivo en un sitio muy ruin de Caracas. Hay gente que dice que antes fue una zona hermosa y segura, pero creo que la memoria se les confunde, porque desde siempre La Florida ha sido una urbanización oscura y laberíntica, de arquitectura retro (un punto a favor) y pocos comercios. La avenida más grande es un sitio extraño, que se va degenerando considerablemente para terminar en barrios muy feos y peligrosos. Aunque para llegar allí falta mucho desde mi casa, no deja de inquietarme la falta de seguridad de la zona. De hecho, el hotel de putas que tengo al lado es un suplicio con el que he aprendido a convivir, disfrutando al menos de la vigilancia policial que tiene.
Dicen que para criar a un niño hace falta toda una aldea, y no es que yo piense en tener niños mañana, sino que pienso que, siendo una parte de mí todavía una niña, me hace falta la fuerza de la comunidad. Esa es otra de las fallas de este sitio. Hay vecinos de mi edificio que no se han hablado en 20 años, o que no se conocen a pesar de haber compartido puertas desde hace 30. A nosotros nos quieren en este sitio porque tenemos la extraña costumbre de hablarles en el ascensor, o de decir buenos días, o de, sencillamente, propiciar el contacto humano. Es una locura que no se hablen. Y no es que yo sea partidaria de que los vecinos se metan en la vida de los demás, ni que invadan sus casas, pero al menos, MINIMO, que uno sepa que en una situación de emergencia tendrá a quién recurrir.
Bueno, sí, la parte interesante es que estamos tratando de vender este apartamento para poder mudarnos, pero lo realmente curioso es que, mientras nosotros huimos de zonas como esta, hay comunidades que corren hacia ella, como la comunidad judía o la española. Les encanta amorocharse, vivir en una especie de gettos urbanos, extraño pero cierto, ellos son así. ¿Será que llega mí día de suerte y encuentro a un judío que quiera vivir aquí?
Vivo en un sitio muy ruin de Caracas. Hay gente que dice que antes fue una zona hermosa y segura, pero creo que la memoria se les confunde, porque desde siempre La Florida ha sido una urbanización oscura y laberíntica, de arquitectura retro (un punto a favor) y pocos comercios. La avenida más grande es un sitio extraño, que se va degenerando considerablemente para terminar en barrios muy feos y peligrosos. Aunque para llegar allí falta mucho desde mi casa, no deja de inquietarme la falta de seguridad de la zona. De hecho, el hotel de putas que tengo al lado es un suplicio con el que he aprendido a convivir, disfrutando al menos de la vigilancia policial que tiene.
Dicen que para criar a un niño hace falta toda una aldea, y no es que yo piense en tener niños mañana, sino que pienso que, siendo una parte de mí todavía una niña, me hace falta la fuerza de la comunidad. Esa es otra de las fallas de este sitio. Hay vecinos de mi edificio que no se han hablado en 20 años, o que no se conocen a pesar de haber compartido puertas desde hace 30. A nosotros nos quieren en este sitio porque tenemos la extraña costumbre de hablarles en el ascensor, o de decir buenos días, o de, sencillamente, propiciar el contacto humano. Es una locura que no se hablen. Y no es que yo sea partidaria de que los vecinos se metan en la vida de los demás, ni que invadan sus casas, pero al menos, MINIMO, que uno sepa que en una situación de emergencia tendrá a quién recurrir.
Bueno, sí, la parte interesante es que estamos tratando de vender este apartamento para poder mudarnos, pero lo realmente curioso es que, mientras nosotros huimos de zonas como esta, hay comunidades que corren hacia ella, como la comunidad judía o la española. Les encanta amorocharse, vivir en una especie de gettos urbanos, extraño pero cierto, ellos son así. ¿Será que llega mí día de suerte y encuentro a un judío que quiera vivir aquí?