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martes, julio 22, 2003

Alegría

He visto tantas caras tristes en la calle, que me provoca sobarles la cabeza y decirles: ya pasará. Las cosas malas siempre pasan, en serio, pero las buenas no. Aunque ya no te están pasando esas cosas bonitas, tus recuerdos las mantienen vivas. Es como el dolor de parto: según cuentan, el que más rápido se olvida. ¿Cómo no olvidar los dolores cuando tienes a tu hijo sobre el pecho, cuando lo escuchas llorar a los lejos en el quirófano, cuando tienes la emoción de ver esa cara que no conoces?

Así es la vida. Yo también tengo días malos, terribles, pero pasan. Luego recuerdo las excursiones a las cuevas, los paseos por el campo, las vacaciones en la playa, los días de campamento y vuelvo a ser feliz. Una y otra vez.

La alegría nos pertence tanto como la tristeza. Así pues, podemos darle un espacio a cada una, pero no dejar que ellas nos quiten el espacio a nosotros. Hay días hechos para llorar, pero otros definitivamente tienen que ser adornados con una sonrisa.


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