jueves, junio 12, 2003
Rayovac Pérez
Leyendo las noticias del día encontré un nombre curioso: Perkins. Además de sonarme a mayordomo, pensé: ¿qué tenían en mente los padres de este señor? Digo, porque es muy distinto llamarse Perkins Wallace a llamarse Perkins Pérez. No es lo mismo, señores.
Yo vivía cerca de una señora que le puso Brallan a su hijito, y no sé, entre reírme al ver cómo se escribía el nombre y sentir pena por el tierno retoño, no supe qué sentir. Imagino que la madre nunca se enteró de que se escribía Brian, amparada en la norma aquella de que "los nombres no tienen ortografía".
Yordano tiene una hija llamada Luna, pero es que Luna suena bien cuando te apellidas Di Marzo, hay cierta poesía en el nombre.
Mi apellido es raro y permite utilizar un nombre raro también. Punto para mis padres. Pero esos espontáneos que denominan a un niño como quien le pone nombre a una cosa, sin pensar que ese niño crecerá algún día y llevará mala vida en el colegio, o que sus profesores jamás podrán pronunciar bien su nombre o que, sencillamente, ese niño al que bautizan con ligereza tendrá una personalidad, merecen un castigo.
Hay nombres tan lindos, tan diáfanos, capaces de reflejar la personalidad de una nueva criaturita. ¿Qué importa si son comunes? Y los nombres compuestos también son buenos, siempre que tengan musicalidad.
Hay gente que tiene cara de Carmen desde que nace, aunque se llame Yolanda. ¿Por qué ponerle Teresita de Jesús? Conozco a una muchacha que se llama Aguedita, y no es que "le dicen" Aguedita, es que como su abuela se llamaba Águeda, para diferenciarla a ella le pusieron Aguedita. Bien bello, ¿no pensaron que un día crecería? La abuela no iba a durar para siempre, no tenían que establecer una diferencia eterna. ¿Y qué fue de la vida de usar un sobrenombre en casa y dejarle un nombre sin diminutivo en su cédula de identidad?
Cuando se ponen nombres a los hijos no deben pensarse en ellos como mascotas.
Escuché en un programa que en República Dominicana pusieron una ley para frenar los nombres extraños, admitiendo sólo los del santoral y los nombres acordes con ciertas religiones. Parece que abundaban muchachitos llamados Rayovac, Titanic, Vivaporú y otros más conocidos como Usnavy y Usmail. Normalmente estoy en desacuerdo con las leyes que coartan la libertad que tienen las personas de ser distintas, pero esta no me pareció mala. Hay padres que olvidan que no son dueños de sus hijos, y que eso que ellos hacen por capricho puede determinar la vida entera de una persona que, les guste o no, será independiente algún día.
Lo siento por el señor Perkins.
Leyendo las noticias del día encontré un nombre curioso: Perkins. Además de sonarme a mayordomo, pensé: ¿qué tenían en mente los padres de este señor? Digo, porque es muy distinto llamarse Perkins Wallace a llamarse Perkins Pérez. No es lo mismo, señores.
Yo vivía cerca de una señora que le puso Brallan a su hijito, y no sé, entre reírme al ver cómo se escribía el nombre y sentir pena por el tierno retoño, no supe qué sentir. Imagino que la madre nunca se enteró de que se escribía Brian, amparada en la norma aquella de que "los nombres no tienen ortografía".
Yordano tiene una hija llamada Luna, pero es que Luna suena bien cuando te apellidas Di Marzo, hay cierta poesía en el nombre.
Mi apellido es raro y permite utilizar un nombre raro también. Punto para mis padres. Pero esos espontáneos que denominan a un niño como quien le pone nombre a una cosa, sin pensar que ese niño crecerá algún día y llevará mala vida en el colegio, o que sus profesores jamás podrán pronunciar bien su nombre o que, sencillamente, ese niño al que bautizan con ligereza tendrá una personalidad, merecen un castigo.
Hay nombres tan lindos, tan diáfanos, capaces de reflejar la personalidad de una nueva criaturita. ¿Qué importa si son comunes? Y los nombres compuestos también son buenos, siempre que tengan musicalidad.
Hay gente que tiene cara de Carmen desde que nace, aunque se llame Yolanda. ¿Por qué ponerle Teresita de Jesús? Conozco a una muchacha que se llama Aguedita, y no es que "le dicen" Aguedita, es que como su abuela se llamaba Águeda, para diferenciarla a ella le pusieron Aguedita. Bien bello, ¿no pensaron que un día crecería? La abuela no iba a durar para siempre, no tenían que establecer una diferencia eterna. ¿Y qué fue de la vida de usar un sobrenombre en casa y dejarle un nombre sin diminutivo en su cédula de identidad?
Cuando se ponen nombres a los hijos no deben pensarse en ellos como mascotas.
Escuché en un programa que en República Dominicana pusieron una ley para frenar los nombres extraños, admitiendo sólo los del santoral y los nombres acordes con ciertas religiones. Parece que abundaban muchachitos llamados Rayovac, Titanic, Vivaporú y otros más conocidos como Usnavy y Usmail. Normalmente estoy en desacuerdo con las leyes que coartan la libertad que tienen las personas de ser distintas, pero esta no me pareció mala. Hay padres que olvidan que no son dueños de sus hijos, y que eso que ellos hacen por capricho puede determinar la vida entera de una persona que, les guste o no, será independiente algún día.
Lo siento por el señor Perkins.