miércoles, junio 04, 2003
No quiero embarazarme
A veces me siento inadecuada como mujer. El desacuerdo con mi identidad sexual no se basa en la preferencia, pues ya está más que claro que me gustan los hombres, en especial, el que es mi pareja.
Yo me refiero al rol de la mujer, a eso que se espera de nosotras: lavar, planchar, tener hijos, ser profesionales y amas de casa al mismo tiempo, estar en forma, hacer magia con el presupuesto,…
Si bien es cierto que sobrellevo el asunto de llevar una casa y ser profesional productiva, hay cosas que me aterran. Una de ellas es ser mamá. Digamos, sé que instinto no me falta, y ya oigo el tic-tac del reloj biológico pidiéndome hijos, pero no me cuadra eso de estar embarazada.
Revisemos los pormenores:
1. Ir al médico. Lo odio. No me gustan los chequeos de rutina, ni los de emergencia, ni los de nada. Empezando porque temo que me encuentren un mal incurable y terminando porque creo que los médicos casi siempre están lo suficientemente enfermos, o tienen muchos vicios o llevan una vida tan poco saludable que me aburre que me manden a ser/hacer lo contrario. Podría hacer una lista de nutricionistas y gastroenterólogos gordos que mandan a sus pacientes a rebajar. Además, ya sabemos que ir a un médico es entrar en una cadena sin fin donde todos los especialistas esperan sacarnos un ojo: vas por una uña enterrada y te van remitiendo una gama de médicos inmensa por patologías relacionadas, hasta que incluso llegas a hacerte una endoscopia.
2. No me gusta que me saquen sangre. De mi madre he heredado muchas cosas, incluyendo las venas invisibles. Para mí un examen de sangre es una masacre, una tortura, un suplicio.
3. 9 meses. Dicen que es poco, pero NO: nueve meses es casi un año. Una eternidad. Piénsenlo. En nueve meses puedes cortarte el cabello como 5 veces, comprar más de 40 cajas de cereal, terminar con un novio, estudiar un año (asumiendo que el año académico es más corto), dejar de fumar, aprender un idioma. Es mucho tiempo, en verdad.
4. Los cambios de humor. Si ya el mío es una montaña rusa, ¿qué haremos con las hormonas sueltas? ¿Y si aterro a mi esposo? ¿Y si me da por hacerme estable, para variar?
5. Los cambios físicos. Por Ley de Murphy me pasará todo lo que se espere de una embarazada: retención de líquido, náuseas, vómitos, mareos, várices, estrías, síndrome de túnel carpiano (again), estrés. Lo sé.
6. Las restricciones. Nunca voy a nadar, pero dejen que me embarace para que los primeros meses sueñe con hacerlo. Evitar ambientes fumadores me dejará sin amigos. El alcohol. Las fiestas. Y un largo etcétera.
7. Los antojos. La madre de una amiga comió curry durante los 9 meses. Otra sólo podía comer cosas a temperatura ambiente. Otra no podía dormir sin cierto oso de peluche. Otra deseaba comer azúcar hasta en alimentos salados.
8. Los dolores de parto. Si el estreñimiento o los pies cansados me hacen llorar, ¿cómo se supone que soportaré?
Ok. Puedo seguir, pero no creo que haya por qué hacerlo. Ya se entendió el punto. Lo cierto es que, aunque me duela reconocerlo, creo que la cosa me aterra porque cada día que pasa deseo más y más ser mamá. No me lo van a creer. Yo misma no me lo puedo creer. Me he pasado horas enteras en la calle viendo niños ajenos, con deseos de llevarlos a casa. Y no sé si este miedo sea una reacción ante el inminente ataque del reloj biológico, o mi forma de convencerme de que todavía no he crecido. Temo que este no es el mejor momento para encargar familia. El país, el mundo, la vida está hecha un desastre. Pero bueno, en eso ocupo mis días, metiéndome miedo.
Si alguno de ustedes se atreve a tener niños en este momento, ya saben dónde conseguir niñera...
A veces me siento inadecuada como mujer. El desacuerdo con mi identidad sexual no se basa en la preferencia, pues ya está más que claro que me gustan los hombres, en especial, el que es mi pareja.
Yo me refiero al rol de la mujer, a eso que se espera de nosotras: lavar, planchar, tener hijos, ser profesionales y amas de casa al mismo tiempo, estar en forma, hacer magia con el presupuesto,…
Si bien es cierto que sobrellevo el asunto de llevar una casa y ser profesional productiva, hay cosas que me aterran. Una de ellas es ser mamá. Digamos, sé que instinto no me falta, y ya oigo el tic-tac del reloj biológico pidiéndome hijos, pero no me cuadra eso de estar embarazada.
Revisemos los pormenores:
1. Ir al médico. Lo odio. No me gustan los chequeos de rutina, ni los de emergencia, ni los de nada. Empezando porque temo que me encuentren un mal incurable y terminando porque creo que los médicos casi siempre están lo suficientemente enfermos, o tienen muchos vicios o llevan una vida tan poco saludable que me aburre que me manden a ser/hacer lo contrario. Podría hacer una lista de nutricionistas y gastroenterólogos gordos que mandan a sus pacientes a rebajar. Además, ya sabemos que ir a un médico es entrar en una cadena sin fin donde todos los especialistas esperan sacarnos un ojo: vas por una uña enterrada y te van remitiendo una gama de médicos inmensa por patologías relacionadas, hasta que incluso llegas a hacerte una endoscopia.
2. No me gusta que me saquen sangre. De mi madre he heredado muchas cosas, incluyendo las venas invisibles. Para mí un examen de sangre es una masacre, una tortura, un suplicio.
3. 9 meses. Dicen que es poco, pero NO: nueve meses es casi un año. Una eternidad. Piénsenlo. En nueve meses puedes cortarte el cabello como 5 veces, comprar más de 40 cajas de cereal, terminar con un novio, estudiar un año (asumiendo que el año académico es más corto), dejar de fumar, aprender un idioma. Es mucho tiempo, en verdad.
4. Los cambios de humor. Si ya el mío es una montaña rusa, ¿qué haremos con las hormonas sueltas? ¿Y si aterro a mi esposo? ¿Y si me da por hacerme estable, para variar?
5. Los cambios físicos. Por Ley de Murphy me pasará todo lo que se espere de una embarazada: retención de líquido, náuseas, vómitos, mareos, várices, estrías, síndrome de túnel carpiano (again), estrés. Lo sé.
6. Las restricciones. Nunca voy a nadar, pero dejen que me embarace para que los primeros meses sueñe con hacerlo. Evitar ambientes fumadores me dejará sin amigos. El alcohol. Las fiestas. Y un largo etcétera.
7. Los antojos. La madre de una amiga comió curry durante los 9 meses. Otra sólo podía comer cosas a temperatura ambiente. Otra no podía dormir sin cierto oso de peluche. Otra deseaba comer azúcar hasta en alimentos salados.
8. Los dolores de parto. Si el estreñimiento o los pies cansados me hacen llorar, ¿cómo se supone que soportaré?
Ok. Puedo seguir, pero no creo que haya por qué hacerlo. Ya se entendió el punto. Lo cierto es que, aunque me duela reconocerlo, creo que la cosa me aterra porque cada día que pasa deseo más y más ser mamá. No me lo van a creer. Yo misma no me lo puedo creer. Me he pasado horas enteras en la calle viendo niños ajenos, con deseos de llevarlos a casa. Y no sé si este miedo sea una reacción ante el inminente ataque del reloj biológico, o mi forma de convencerme de que todavía no he crecido. Temo que este no es el mejor momento para encargar familia. El país, el mundo, la vida está hecha un desastre. Pero bueno, en eso ocupo mis días, metiéndome miedo.
Si alguno de ustedes se atreve a tener niños en este momento, ya saben dónde conseguir niñera...