jueves, junio 05, 2003
Maya
He seguido con emoción el nacimiento de la hijita de Sebastián y Meibell. Desde hace meses he visitado el blog de Meibell convencida de que es mujer mujer fantástica y emprendedora, que ha llevado su embarazo con alegría y fortaleza, y con la ternura de una chica alegre. Junto a ellos me enteré de procedimietnos novedosos en materia de exámenes, cursos prenatales, ropita de bebé y muchas cosas más. He tomado todo el asunto como algo personal, por tanto, el nacimiento de Maya me llenó de alegría.
Mirar las fotos de esa bebé tan avispada y bonita (aun en esas primeras horas donde los bebés están hichados Maya se veía espectacular), me hizo recordar los momentos vividos con mis sobrinos, esos ángeles que sin ser mis hijos me han cambiado la vida. Imaginar la fascinación de Sebastián y Meibell al revisar los deditos, la boquita, el cuerpecito entero de su hija me ha hecho vibrar. No lo digo por quedar bien. El olor a bebé recién nacido es algo inigualable. La respiración de un niño pequeño es una fuente poderosa de paz. Felicitarlos es quedarme corta, más todavía cuando no nos conocemos... lo que le queda a uno es llenarlos de bendiciones, aunque sean virtuales, y celebrar con ellos este acontecimiento.
La cosa es que, como dice la canción "Mi abuela", se me viró la tortilla. Ahora sí tengo sentimietnos encontrados, ahora sí me late el vientre, ahora sí la pusimos, mi querido Watson...
He seguido con emoción el nacimiento de la hijita de Sebastián y Meibell. Desde hace meses he visitado el blog de Meibell convencida de que es mujer mujer fantástica y emprendedora, que ha llevado su embarazo con alegría y fortaleza, y con la ternura de una chica alegre. Junto a ellos me enteré de procedimietnos novedosos en materia de exámenes, cursos prenatales, ropita de bebé y muchas cosas más. He tomado todo el asunto como algo personal, por tanto, el nacimiento de Maya me llenó de alegría.
Mirar las fotos de esa bebé tan avispada y bonita (aun en esas primeras horas donde los bebés están hichados Maya se veía espectacular), me hizo recordar los momentos vividos con mis sobrinos, esos ángeles que sin ser mis hijos me han cambiado la vida. Imaginar la fascinación de Sebastián y Meibell al revisar los deditos, la boquita, el cuerpecito entero de su hija me ha hecho vibrar. No lo digo por quedar bien. El olor a bebé recién nacido es algo inigualable. La respiración de un niño pequeño es una fuente poderosa de paz. Felicitarlos es quedarme corta, más todavía cuando no nos conocemos... lo que le queda a uno es llenarlos de bendiciones, aunque sean virtuales, y celebrar con ellos este acontecimiento.
La cosa es que, como dice la canción "Mi abuela", se me viró la tortilla. Ahora sí tengo sentimietnos encontrados, ahora sí me late el vientre, ahora sí la pusimos, mi querido Watson...