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lunes, junio 09, 2003

Etapas de la vida

Como verán, ando de lo más existencial. No pregunten, no sé por qué. Sólo pasa. Como a todo el mundo.

Después de hablar de la amistad y de las cuentas por pagar que le quedan a uno con la gente, me puse a pensar en eso de las etapas de la vida. Claro, que el mix con la amistad hizo difícil la reflexión.

Mi mejor amiga es una chica increíble, bella, versátil, pero cada día nos parecemos menos. Eso es bueno, por una parte, porque nuestros espacios están bien diferenciados y sería difícil que se cruzaran nuestras aspiraciones e intereses. Pero, y ahí está el rollo, ese es el punto que hace riesgosa la supervivencia de nuestra amistad. No sé qué tanto tiempo pueda seguir con este nexo emocional sin que la brecha casi “vivencial” sea un huecote difícil de saltar.

Ella es mayor que yo por unos 2 ó 3 años (nunca llevo esas cuentas), pero yo soy precoz, así que nunca hubo diferencia. Por eso, y a pesar de todo pronóstico, he estado en una brincadera que me ha puesto muchas veces en lugares lejanos.

A veces la veo con el rollo del dating y ya no sé qué es eso, se me olvidó cuál era el objetivo de “salir” con un tipo, cómo es eso de establecer relaciones “amorosas” mientras tanto, sabiendo que no tienen futuro, sólo por diversión.

La veo con rollos laborales que ya tuve hace mucho tiempo y que ya superé, o la veo sufriendo por no encontrar trabajo y no sé qué hacer. Son puntos de divergencia impresionantes.

Y desde que me casé siento que la cosa es peor. Ya ni siquiera existe el consuelo de salir de rumba juntas, pues a ella le da pena sacarme a pasear mientras ella está en otra cosa. Yo le juro que también la puedo pasar bien bailando, escuchando música o tan sólo tomándome una cerveza, pero ella siente que no. Sólo hemos salido un par de veces, y siempre con mi esposo, que es como a ella le gusta verme.

Yo nunca pasé la etapa de “prometida” donde las mujeres empiezan a visitar casas de regalos buscando copas de cristal en oferta o vajillas búlgaras de 12 puestos, pero igual ha dejado de venir a mi casa porque siente que molesta. Y sí, llevo una vida distinta, pero más que todo porque la gente me trata de otra manera, no porque yo haya cambiado el trato con nadie. Menos con ella.

Presiento que en algún momento dejaré de entenderla, o ella a mí. Es muy distinto vivir en una casa que mantiene otro a vivir en una casa que mantienes tú o que debes ayudar a mantener. Ya no es tan fácil como ir a la nevera y encontrar comida: ahora si no la compras tú, no hay. Si algo se daña en casa, no sólo te toca esperar al técnico que llamó tu mamá, sino que también lo debes contactar tú mismo, esperarlo y pagarle. Tus sueños de futuro no son comprarte una moto o viajar por el mundo de mochilero, sino establecerte y compara casa. Ya no sueñas con vivir solo para tener fiestas todos los fines de semana, ahora tratas de salir a restaurantes o de sólo hacer una “reunión” una vez a la cuaresma, para que no te toque lavar y recoger todo a ti solo. Es como cuando uno se gradúa y después se encuentra con gente que todavía estudia, y ellos te tratan como si fueras "un desertor" porque ahora casi nunca vas a la universidad.

Sí, es verdad, uno cambia, y cambia porque la gente misma cambia. La cosa está en que cuando dos personas que mantienen una relación no crecen a la par, la relación tiene pocas esperanzas de vida. Desde las relaciones de pareja hasta la amistad.

¿Qué pasará cuando yo tenga hijos y ella no? ¿La fastidiaré hablándole de pediatras y biberones, o ella dejará de visitarme para no malcriar al nené? A lo mejor no pase nada malo y lo que nos ha mantenido unidas hasta ahora sea un cemento que no dejará que se nos caiga la amistad, pero ¿y si no?



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