miércoles, junio 18, 2003
Callar
Odio cuando una pareja amiga se separa. Casi siempre uno es más amigo de una de esas personas, por lo tanto, luego de la separación sigue a su lado. Ahora, lo que resulta más incómodo todavía es cuando regresan. Uno no sabe qué hacer. Seguramente se ha pasado todo el tiempo que ha durado la separación oyendo historias terribles acerca del daño moral que le hizo X a Y, incluso, uno llega hasta a opinar para darle más fuerza a los argumentos.
Pero cuando regresan de la mano, uno siente que metió la pata si dijo algo malo. Y si no lo dijo también hay cierto no sé qué pues, probablemente, después de pasar meses siendo el paño de lágrimas ha llegado a agarrarle “idea” a la persona ausente. Claro, uno no deja de alegrarse por el reencuentro si ve que esta vez las cosas van por buen camino, pero en cierto modo uno está como esperando un desastre.
Tengo un amigo que sufrió una separación terrible. Después de años de amor verdadero y fantástico, la vida dio una vuelta y lo separó de su novia. Pasamos un año entre análisis de la situación, rabietas, desmontar su comportamiento… pero la verdad es que la chica siempre me cayó bien, así que hasta yo misma llegué a llorar su partida, esperando que la vida en algún momento nos diera una explicación a todos o la trajera de vuelta. Felizmente se casan pronto y todo es mejor esta vez. ¿Qué hubiera pasado si yo, ante el torrente de historias maltrechas de mi amigo despechado, hubiese hablado mal de ella? ¿Con qué cara la vería? (porque en los reencuentros la gente se cuenta “todo” lo que los amigos dijeron). ¿Me agradaría de nuevo?
No lo sé, no dejo de preguntármelo. Creo que esta es una de las pocas situaciones en la vida en las que el callar es algo bueno. Habrá que practicar más el asunto.
Odio cuando una pareja amiga se separa. Casi siempre uno es más amigo de una de esas personas, por lo tanto, luego de la separación sigue a su lado. Ahora, lo que resulta más incómodo todavía es cuando regresan. Uno no sabe qué hacer. Seguramente se ha pasado todo el tiempo que ha durado la separación oyendo historias terribles acerca del daño moral que le hizo X a Y, incluso, uno llega hasta a opinar para darle más fuerza a los argumentos.
Pero cuando regresan de la mano, uno siente que metió la pata si dijo algo malo. Y si no lo dijo también hay cierto no sé qué pues, probablemente, después de pasar meses siendo el paño de lágrimas ha llegado a agarrarle “idea” a la persona ausente. Claro, uno no deja de alegrarse por el reencuentro si ve que esta vez las cosas van por buen camino, pero en cierto modo uno está como esperando un desastre.
Tengo un amigo que sufrió una separación terrible. Después de años de amor verdadero y fantástico, la vida dio una vuelta y lo separó de su novia. Pasamos un año entre análisis de la situación, rabietas, desmontar su comportamiento… pero la verdad es que la chica siempre me cayó bien, así que hasta yo misma llegué a llorar su partida, esperando que la vida en algún momento nos diera una explicación a todos o la trajera de vuelta. Felizmente se casan pronto y todo es mejor esta vez. ¿Qué hubiera pasado si yo, ante el torrente de historias maltrechas de mi amigo despechado, hubiese hablado mal de ella? ¿Con qué cara la vería? (porque en los reencuentros la gente se cuenta “todo” lo que los amigos dijeron). ¿Me agradaría de nuevo?
No lo sé, no dejo de preguntármelo. Creo que esta es una de las pocas situaciones en la vida en las que el callar es algo bueno. Habrá que practicar más el asunto.