viernes, mayo 23, 2003

Soy una de esas personas que tiende a dar excusas. No sé por qué, pero mi primer impulso es decir que no fui yo, que se me perdieron las llaves o que tenía el celular descargado. A veces es verdad pues soy una despistada, pero lo de las excusas me viene porque me da verguenza asumir mis metidas de pata así, sin miramientos.
Por ejemplo, la cocina de mi hermana es muy pequeña y no hay papelera. Casi siempre, cuando hay fiesta, se cuelga una bolsa del gabinete y ahí se van tirando los desperdicios. Sucedió que una vez pasamos el domingo en su apartamento celebrando quién sabe qué. Yo estuve muy hacendosa cocinando y llevando pasapalos a la sala, así que me tocó recoger mucha basura y tirarla. Encontré una bolsa colgando de un gabinete y allí lo eché todo. Al rato vino mi hermana y preguntó si yo había estado echando basura en LA BOLSA DEL PAN. "Por supuesto que no, Carolina, eso ya estaba ahí cuando yo empecé a usar la bolsa..."
Extrañamente eso sólo me pasa con las cosas pequeñas, o sea, sólo soy adicta a las mentiras blancas. Cuando es una cosa de seriedad yo misma me asombro de lo valiente que soy asumiendo culpas y responsabilidades. Y es que ese es el detalle: ¿por qué me cuesta tanto confesar que yo fui la que dejó la botella del agua vacía dentro de la nevera?