jueves, abril 17, 2003

Una noche de copas
Anoche fue el cumpleaños de mi mejor amiga. Decidimos, ante la falta de mejores planes, salir a tomar unos tragos al lugar de siempre.
La módica suma de 3000 bolíares por persona (según el cambio oficial casi dos dólares por cabeza, no está mal) nos dio puerta franca a uno de los reductos rudos de la noche caraqueña. Adiós Altrote, SantaLaDiabla y las bellas terrazas del San Ignacio: la gente aquí es más ruin y espeluznante.
Nosotros ya nos sabemos la rutina, y nada tememos en la variopinta noche caraqueña. Lo que sí hay, más que temor, es estupor.
Por un lado, hay muuuchas lesbianas muuuy agresivas en la calle. No es un fenómeno tan nuevo, pero ahora son capaces de buscarte conversación aunque tengas pareja hetero. Y, reconozco, siempre me desagrada un poco.
Por otra parte, la gente no se banca una de nadie. Me sorprende. Un grupo de dos nenas argentinas (y no sé cuántos músicos, porque no se veía bien la tarima) se instaló a hacer su espectáculo rap-hiphop y, a pesar de que tenían unas fantásticas voces, las canciones eran repetitivas y las letras sólo hablablan del genocidio de Bush y de no sé cuál revolción. El colmo es que eran millones de canciones. Yo me resigné a escucharlas, aunque deseaba que se callaran pronto. Hasta que me di cuenta de que no era la única pór la manifestación espeontánea de un grupo que empezó a gritar FUERA, contagiando a todos, pero sin conseguir que las chicas se callaran. Dignamente aguantaron el insulto y se bajaron dos canciones después.
Y bue, creo que lo más impresionante, fue la cantidad de chicas ebrias... pero MUY EBRIAS y solas. Solísimas. No trataré de encontrarle una explicación sociológica, pero desde hace tiempo la sociedad ha experimentado cierto cambio de roles hombre-mujer. Ahora "ellas" tienen trabajos que siempre estuvieron reservados para "ellos". Ahora son más duras, liberales, más inclementes. Cada día hay más hombres abandonados por una mujer y, en muchos casos, al irse la chica deja los hijos, como antes hacían los hombres. Parece que triunfó la parte malsana de felminismo que quería demostrar que la mujer es igual al hombre, masculinizándola. Y no lo digo por pacata, pero hay diferencias que siempre existirán entre géneros y prefiero celebrar la diferencia que eliminarla.
Pues bien, esas "ellas" de anoche se comportaban como machos, bebiendo hasta casi palidecer, frotando su cuerpo conta cualquier ser vivo presente (nunca me habían estrujado tantas tetas en mi vida) y repitiendo la rutina de vaciar latas de cerveza constantemente. No digo que yo no me emborrache, pero esto era una pérdida total de papeles.
Hubo un par, incluso, que al ver la larga cola del baño de chicas (por tradición esas filas son inmensas y todas las mujeres lo sabemos) se molestaron y balbucearon palabras de borracho y se retiraron, como si hubiesen decidido mear en la calle, con el maquillaje chorreado y la actitud belicosa de quien quiere llevarse el mundo a golpes porque lo odia.
Qué inclemente es el mundo en estos días.
Se respiraba un ambiente de deseo muy denso, además, donde "ellas" andaban de caza, buscando una pareja casual, y "ellos" más que disfrutarlo, estaban casi asustados.
No voto por las mujeres "mujercitas" y tontas, pero masculinizar a la mujer y feminizar al hombre me parece terrible.
Esta noche volveré al mismo lugar, esta vez porque Luis estará de Dj (su identidad secreta desde tiempos remotos), y espero que todo haya sido una noche de copas extraña nada más, que esta noche no se repita y que el mundo sea como yo lo conocía. Y si me toca descubrir que esa es la nueva realidad, pues bien, iré a ser una mujer extraña, de esas que se portan como mujer, pasean la noche con dignidad y hacen su cola frente al baño.