viernes, marzo 28, 2003
Perder algo siempre es inquietante... pero hay pocas cosas como perder el control remoto de la tele.
Anoche nos fuimos a la cama, muy tarde como siempre, y para cerrar la larga noche pensé que me caería bien un poco de tv.
Normalmente uso un par de controles: uno para el VCR y otro para la TV, que por vieja no tiene suficientes canales para cubrir todo el espectro del cable y por eso está constantemente conectada al VCR. Uno de esos controles apareció de manera espontánea: aquí estoy, hola, escógeme a mí, a mí... Sí, ya, tranquilo, deja que primero encienda la tele, ¿dónde está tu compañero? Revolví sábanas, toqueteé a mi esposo, hice volar almohadas y nada, el otro control estaba desaparecido.
Pensé, claro está, que la gata lo había secuestrado, pero como no había pedido rescate, deseché la hipótesis. Di vueltas de reconocimiento por la sala, el cuarto contiguo, el baño... realicé varios allanamientos entre los principales niditos de libros, ropa y cositas cercanas a la cama y nada. Peiné la zona, hasta que, vencida por el cansancio y tratando ya de dormir a gusto, levanté el cojín de la esquina de la cama para descubir, con horror, que el control estaba escondido allí, con los ojos cerrados, lejos de mi alcance.
Casi lo logras, control, casi lo logras...
Anoche nos fuimos a la cama, muy tarde como siempre, y para cerrar la larga noche pensé que me caería bien un poco de tv.
Normalmente uso un par de controles: uno para el VCR y otro para la TV, que por vieja no tiene suficientes canales para cubrir todo el espectro del cable y por eso está constantemente conectada al VCR. Uno de esos controles apareció de manera espontánea: aquí estoy, hola, escógeme a mí, a mí... Sí, ya, tranquilo, deja que primero encienda la tele, ¿dónde está tu compañero? Revolví sábanas, toqueteé a mi esposo, hice volar almohadas y nada, el otro control estaba desaparecido.
Pensé, claro está, que la gata lo había secuestrado, pero como no había pedido rescate, deseché la hipótesis. Di vueltas de reconocimiento por la sala, el cuarto contiguo, el baño... realicé varios allanamientos entre los principales niditos de libros, ropa y cositas cercanas a la cama y nada. Peiné la zona, hasta que, vencida por el cansancio y tratando ya de dormir a gusto, levanté el cojín de la esquina de la cama para descubir, con horror, que el control estaba escondido allí, con los ojos cerrados, lejos de mi alcance.
Casi lo logras, control, casi lo logras...