domingo, marzo 30, 2003
Me prometí a mí misma que no hablaría más de este tema. De hecho, me prometí no escribir nada al respecto. Pero es más fuerte que yo.
Hace pocos días, en Caracas, Janet Kelly, destacada analista, investigadora, profesora e intelectual (norteamericana de nacimiento y venezolana de corazón) decidió dar fin a su existencia. Al menos, eso es lo que concluyeron las investigaciones. Me permito dejar la puerta abierta a la duda porque todavía no lo puedo creer.
La señora Kelly perdió a su esposo hace casi 8 meses, y según cuentan, no se pudo recuperar de la pérdida. Deja dos hijos adolescentes.
No intentaré hacer una reflexión moral al respecto, ni siquiera para señalar que no tenía causa justificada para tomar tal decisión (digamos que tenía cierta estabilidad económica, destacada participación en los escenarios intelectuales venezolanos, etc.)
Tan sólo abusaré de mis lectores (si es que los tengo) al pedirles, seriamente y con respeto, que si sienten que su salud mental está siendo afectada por algún suceso al punto de llevarlos a considerar el suicidio como opción, POR FAVOR busquen ayuda. Confíen en un psiquiatra, sacerdote, algún amigo... Hay golpes en la vida que nos hacen caer, pero quedarse en el suelo no es la única opción.
A esta señora no la conocí personalmente, pero el vacío que me deja su historia es inmenso. Pienso, por un minuto, qué sentiría si hubiese sido cercana a ella. ¿Saben qué siento? No siento rabia, ni pena, ni siquiera dolor... siento culpa por no haberla ayudado a levantarse. No le hagan eso a sus seres queridos. En vez de resolver un problema, crean otros mayores. Hay que aprender a pedir ayuda.
Reciban un abrazo.
Hace pocos días, en Caracas, Janet Kelly, destacada analista, investigadora, profesora e intelectual (norteamericana de nacimiento y venezolana de corazón) decidió dar fin a su existencia. Al menos, eso es lo que concluyeron las investigaciones. Me permito dejar la puerta abierta a la duda porque todavía no lo puedo creer.
La señora Kelly perdió a su esposo hace casi 8 meses, y según cuentan, no se pudo recuperar de la pérdida. Deja dos hijos adolescentes.
No intentaré hacer una reflexión moral al respecto, ni siquiera para señalar que no tenía causa justificada para tomar tal decisión (digamos que tenía cierta estabilidad económica, destacada participación en los escenarios intelectuales venezolanos, etc.)
Tan sólo abusaré de mis lectores (si es que los tengo) al pedirles, seriamente y con respeto, que si sienten que su salud mental está siendo afectada por algún suceso al punto de llevarlos a considerar el suicidio como opción, POR FAVOR busquen ayuda. Confíen en un psiquiatra, sacerdote, algún amigo... Hay golpes en la vida que nos hacen caer, pero quedarse en el suelo no es la única opción.
A esta señora no la conocí personalmente, pero el vacío que me deja su historia es inmenso. Pienso, por un minuto, qué sentiría si hubiese sido cercana a ella. ¿Saben qué siento? No siento rabia, ni pena, ni siquiera dolor... siento culpa por no haberla ayudado a levantarse. No le hagan eso a sus seres queridos. En vez de resolver un problema, crean otros mayores. Hay que aprender a pedir ayuda.
Reciban un abrazo.