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lunes, marzo 31, 2003

Hoy fue el cumpleaños de mi suegra. Fuimos a almorzar en Outback con un grupo de amigos. A pesar de la deficiente atención, la pasamos bien.

Tanto antes como después del almuerzo, estuvimos en su casa. Antes estuvimos comiendo galletas de avena con salmón, alcaparras y cebollitas. Después repartimos torta, quesillo y café. Todo muy lindo. El detalle fue que el resto del salmón volvió a casa con nosotros. Era poco pero muy bueno, ahumado de gran calidad sólo reservado para ocasiones especiales.

De hecho, incapaz de aguantar la tentación, hace rato fui a buscarlo para una cena ligera. Pero no estaba. Nuestra gata se dice inocente, pero está más feliz que de costumbre. Es sigilosa y ladrona, como la mayoría de los gatos...

No me hubiera molestado si no fuera por lo selectivo de su hurto. ¿Por qué no roba sardinas, como un gato normal? ¿Por qué no le gusta el queso o la leche, pero muere por el jamón serrano? Cosas de gatos, imagino, pero a mí me toca cenar Cheetos Jumbo con arriesgado sabor a aueso, mientras ella digiere las delicateses que tanto trabajo para poder pagar. ¿Dónde se llena la planilla para reencarnar en gato doméstico? ¿DONDE?


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